Queremos contribuir a informar sobre la sordera respondiendo a Maika Etxarri, autora de la carta Vivir en el mundo del silencio publicada el 12 de abril. Somos sordos profundos pero oímos y hablamos. No nos callamos ni debajo del agua. Tampoco hemos aprendido nunca, la gran mayoría (como mínimo el 90%), la lengua de signos. El déficit auditivo potencia otros canales sensoriales que captan tanta o más información: la vista, el habla, la mente, la actitud, la voluntad, el corazón... No existe ningún mundo del silencio, más propio de solitarios meditadores, personas depresivas e individuos con pésimas habilidades sociales, que no tienen por qué ser sordos. Tampoco ningún sordo, simplemente por «no oír y estar en silencio», es tranquilo. Toda una absurdidad. Denota cierta compasión indebida poetizar con «oscuridades perpetuas» y otros términos dignos de una tragedia romana. Defendiendo su subjetividad, preferimos la objetividad de decir que la inmensa y abrumadora mayoría de sordos no se pueden sentir identificados ni reconocidos en sus palabras porque no expresan ningún sentimiento ni necesidad que nos sean mínimamente cercanos. La invitamos a conocer la riqueza y heterogeneidad del mundo sordo de una forma más completa y abierta, más cooperativa y constructiva, y le agradecemos a Maika Etxarri que haya abierto el debate. Toda opinión contribuye a hacer ruido y crear una curiosidad mínima y saludable hacia la sordera.
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