Domingo, 28 de septiembre del 2014 Simon J. Shilton (Glasgow)

La puerta de la jaula estaba abierta, pero no nos atrevimos a volar. Los medios nos quieren hacer creer que el resultado del referéndum fue un rechazo rotundo de la soberanía, pero el 45% de una nación no es un número insignificante. La voluntad de los 1,6 millones de votantes del sí no va a disiparse fácilmente. En los próximos meses, a medida que el establishment de Westminster explota alrededor de sus sobornos de última hora motivados por el pánico y a causa de las turbulencias de intentar aplicar el federalismo, los votantes del sí pueden encontrar nuevos reclutas. Si la independencia es vista solo como un vehículo para mejorar las circunstancias personales, la merecemos menos. El amor a la patria no se basa en la mejora del bolsillo ni en las recompensas inmediatas, sino que está incorporado como parte del código genético de una persona.

El 18 de septiembre sucedió un momento histórico. La independencia de un país, a diferencia de lo habitual en la historia, no se luchó y se perdió, sino que fue rechazada por su propio pueblo. Los escoceses han hecho antihistoria, El problema para el votante derrotado del sí es la sensación de privación: una nación al borde del reintegro en la comunidad de naciones debe regresar a un papel de oscuridad en la escena internacional. El dolor de los 1,6 millones de votantes del sí va más allá de una derrota electoral, ya que la campaña del referéndum llegó hasta lo más profundo y despertó sueños de futuro. La pérdida de este futuro es devastadora, la independencia estaba al alcance, pero no fue posible. Ahora se abre un periodo interesante: las elecciones del Reino Unido, las escocesas, y la posibilidad de que Westminster organice un referéndum grotescamente hipócrita sobre la UE. Debe haber una alianza del sí en mayo del 2015 y trabajar para que el Parlamento escocés llame a otro referéndum, consultivo o de otro tipo. Tendremos otra oportunidad.

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