«Estoy muy contenta porque ¡hoy he salvado una vida!». Esto fue lo que nos dijo nuestra hija al llegar a casa. El paciente preguntó «¿Qué me ha pasado?» cuando pudo abrir los ojos. Aquel señor había tenido la suerte de encontrarse con una gran profesional, una enfermera del servicio de emergencias que, tras recibir el aviso de que una persona sufría un dolor torácico, acudió con la ambulancia. Mientras lo trasladaban, el paciente sufrió un paro cardiaco. Ella, sin dudarlo ni un instante, le aplicó el desfibrilador y le devolvió la vida.
Mi hija, la enfermera, como tantos otros profesionales de la salud, de la enseñanza, del cuerpo de bomberos o de los Mossos, es una empleada pública que realiza una tarea diaria estresante, con muchísima responsabilidad. Además, está comprometida con el servicio a la comunidad. Sin embargo, ella y el resto de empleados públicos siguen siendo víctimas de los recortes de sus sueldos y de sus derechos laborales sin que ello afecte en lo más mínimo a su profesionalidad a la hora de cumplir con sus obligaciones. Gracias a todos estos profesionales y gracias, Laura, por ser como eres.
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