Respondo a la carta de Marifé Muñoz, "Hoy he salvado una vida", del 12 de junio. Seguramente, como enfermera de emergencias, su hija debe recibir avisos como el que describe con frecuencia, pero para mí y mi familia aquel fue muy especial: creo que el señor a quien se refiere en la carta es mi padre. Y puedo decir es porque, gracias al equipo del que formaba parte Laura, hija suya y ¿casualidades de la vida¿ exalumna mía, mi padre está vivo y se encuentra en Can Ruti esperando que le implanten un marcapasos. El 11 de junio por la tarde, mi padre sufrió un paro cardíaco y el equipo de Laura luchó para que él, que se debatía entre la vida y la muerte, pudiera salir adelante. Fueron dos larguísimas horas de intenso trabajo antes de poder trasladarlo al hospital. Los medios técnicos fueron más bien justos, por supuesto como consecuencia de los recortes, que no permiten revisar o renovar las máquinas con la frecuencia deseable. Pero donde los recortes no se dejaron sentir en absoluto fue en las personas, tanto en lo profesional como en el trato humano. Aquellas personas, Laura incluida, lucharon por mi padre como si fuera el más importante de sus vidas en ese momento, sin demostrarnos ni un solo instante hasta qué punto deben estar quemados por los tijeretazos que han sufrido sus sueldos y sus derechos laborales. Solo se lo podemos agradecer diciéndoles gracias, porque no hay sueldo que pueda pagar lo que hicieron la otra noche. Ojalá toda la sociedad pudiera sentirse igual en manos de nuestros gobernantes que mi padre en las de ellos.
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