Hoy todo el mundo discute acerca de si, tras las elecciones griegas y el triunfo indiscutible de Syriza, se conseguirá acabar con los salvajes recortes que han impuesto a los ciudadanos europeos de clase media y baja los poderes económicos formados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea. Esa troika que tiene como abanderada a la nueva dama de hierro (colado), Angela Merkel. Este esperanzador inicio de la gran batalla que se avecina contra los nuevos amos de Europa no nos puede hacer olvidar a las víctimas del austericidio más espantoso de los últimos años. Lo querría significar en el recuerdo de un griego, de un ciudadano de la Unión Europea atropellado por la desmesura y la ambición de los nuevos capitalistas sin escrúpulos que pululan por todos los gobiernos europeos. Dimitris Christoulas, farmacéutico jubilado de 77 años, se suicidó en el 2012 ante el Parlamento griego angustiado por esos que no quieren parar de enriquecerse robando a diestro y siniestro. Dimitris hubiera querido ver el triunfo de Syriza y la esperanza que se abre en Grecia y en toda Europa.
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