Con el resultado relevante pero modesto de Podemos en Andalucía y la confirmación de que Ciutadans se ha hecho un hueco pequeño pero destacable, comprobamos que el bipartidismo puede no ser tan hegemónico como hasta ahora, pero le queda mucha cuerda y, si acaso se desinfla –lo que no está assegurado–, lo hará lentamente y mientras será determinante años y años. Eso de barrer a la casta de un plumazo e imponer un proceso constituyente en España parece que no será posible. Y es que ¿no era un poco ingenuo pensar que el desgaste, debido sobre todo a una gran crisis económica, supondría el fin del bipartidismo? Las tendencias sociales son tercas y llevan mucha inercia porque tienen que ver con los procesos de conformación de valores y marcos mentales, de lo que la gente tiene dentro de su cabeza, sus miedos, lo que ve posible y lo que ve fuera de lugar... y la inercia de lo que ha acabado siendo España viene de muy lejos. Claro que hay gente abierta, dinámica y de izquierdas, pero no son la mayoría social. Esto no es inmutable, pero venimos de una limpieza política que hizo Franco a golpe de asesinatos, y de un rodillo estatal, cultural y mediático implacable y que ha dejado mucha más huella de la que nos podemos imaginar mirando España desde Catalunya. Para que España cambie es necesaria la independencia de Catalunya y de Euskadi. Hace falta un terremoto mucho más fuerte que el que puede provocar Podemos.
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