Los tiroteos en EEUU se han asumido como algo corriente, hasta tal punto que no levantan ampollas. Barack Obama ha afirmado que su país se ha vuelto insensible a los tiroteos. No ha conseguido que el Congreso ponga límites a la venta y tenencia de armas. La libertad de la que presume EEUU no implica que no se pueda ni se deba poner freno al comercio libre de armas. El riesgo de esa malentendida libertad está a la vista. Son los propios estadounidenses los que producen más muertes entre ellos que los atentados terroristas y las guerras. No darse cuenta de esa catastrófica situación es demencial. El negocio armamentístico es la única explicación de tanta barbarie, que provoca miles de muertes al año. Un comercio manchado de sangre es inhumano y detestable. Y si se hace en nombre de la libertad, es menoscabar la dignidad de esa palabra, convirtiéndola en instrumento de intereses escabrosos.
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