El otro día leí en internet el caso de una madre que tuvo que enseñar a leer y escribir a su hija en los primeros años escolares. La madre le corregía, curiosamente con un bolígrafo verde y no rojo. Marcaba las letras que había escrito más correctamente. Es decir, resaltaba sus triunfos más que sus errores. Con este método la niña estaba muy animada y motivada para hacerlo bien. Se esforzaba mucho para ver qué letra había escrito mejor. ¿Por qué no destacar lo que hacemos bien? Valoremos positivamente nuestro progreso en vez de señalar y hacer hincapié en los errores que cometemos.
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