Siempre he encontrado admirable el espíritu de superación de las personas con diversidad funcional y la capacidad de lucha que muestran ante las dificultades y las adversidades que les impone una sociedad diseñada para una mayoría estadística que presenta características físicas, psíquicas y/o sensoriales establecidas dentro los límites de lo que denominamos "normalidad". El atributo discapacidad les supone a estas personas una incapacidad que en ningún caso tiene en cuenta el entorno en el que viven y el cual se convierte en el principal elemento discapacitador que les impide participar como sujetos de pleno derecho en la sociedad. En realidad deberíamos percibir en ellas una supracapacidad para adaptarse al mundo en el que vivimos. Las palabras (re)crean y generan realidades a través de los discursos que elaboramos para entender e interpretar el mundo que nos rodea y establecer la forma como nos relacionamos. Deberíamos hablar de diversidad funcional, concepto que nos permite adoptar una perspectiva inclusiva y posibilitar un nuevo paradigma para (re)conocer y (re)definir la diferencia.
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