En respuesta a la carta de Eduardo Soler (Mas ha roto mi familia, 13 de septiembre): yo también tengo 66 años y crecí con el castellano impuesto desde el Gobierno. Mi padre era republicano y mi madre de derechas, y nunca hubo ningún problema entre ellos. En casa se hablaba de política y siempre se respetaron sus opciones.
La familia de mi padre es de Aragón, y la de mi madre, de Lleida. La familia de mi marido, de Murcia. Tengo amigos por diferentes provincias de España y familia muy cercana en EEUU, y no hemos roto con ninguno de ellos, a pesar de que muchos no opinan lo mismo que yo. Con algunos, los más guerrilleros, hemos pactado no hablar de política. Los problemas a los que usted se refiere no vienen por Mas ni por el proceso soberanista, sino de ustedes mismos, que no saben separar el grano de la paja ni respetar las opciones de cada cual. Los catalanes no tenemos un problema con el resto de los españoles, que se merecen mi respeto, al igual que los amigos y familiares que tienen otras ideas políticas. El hecho de que no tengamos los mismos ideales no hace que los eliminemos de nuestras vidas. Por favor, no eche la culpa a los políticos de sus desavenencias familiares.
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