Estas elecciones han confirmado lo que ya se venía esbozando en anteriores comicios: no existe una Catalunya uniforme políticamente. CiU ha vencido en las comarcas rurales del interior pero ha sufrido una debacle sin precedentes en la Catalunya más urbana e industrial, el área metropolitana de Barcelona. Hay que retroceder décadas para ver un escenario similar: CiU sin ningún concejal en poblaciones catalanas de casi 100.000 habitantes como Cornellà, Santa Coloma de Gramenet o Viladecans y con un solitario representante en El Prat, Sant Adrià y L’Hospitalet, la segunda ciudad de Catalunya. La debacle convergente, coincidiendo con su radicalización política, en la zona más cosmopolita y dinámica económicamente de Catalunya, debería hacer reflexionar seriamente a Artur Mas.
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