Todo el mundo debe poder disfrutar de agua, luz y, en su caso, gas en su casa. Ahora bien, si paga la Administración lo pagamos entre todos. Y si lo hacen las empresas suministradoras, repercutirán el coste al resto de usuarios o se desgravarán unos importes que, al final, es dinero de menos que ingresa la Administración y por lo tanto nosotros. Hasta ahí mi preocupación es relativa; más dinero se destina a otros fines menos necesarios. Pero ¿quién y cómo fijará los criterios por los que una persona es energéticamente pobre? A veces (no quiero generalizar) el problema no es solo la falta de ingresos, sino la mala gestión de la economía familiar. Para algunas familias puede ser muy importante tener un televisor de plasma de no sé cuántas pulgadas, teléfonos de última generación... y luego se quejarán de que no pueden pagar la luz o el agua. El televisor de mi casa tiene 20 años y mi móvil quizá no es tan inteligente como otros, pero me sirve. Eso sí, la luz y el agua se pagan siempre y de manera puntual.
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