En Catalunya, algunos se empeñan en denominar "inmersión lingüística" al modelo educativo monolingüe en catalán. No lo es. Por lo menos, no para todos los alumnos. Aquellos cuyo conocimiento de la única lengua vehicular es limitado, porque no lo usan en casa, quizá sí podrían considerarse inmersos en algo. Sin embargo, los alumnos que hablan habitualmente catalán no reciben otra cosa que una educación en lengua materna. Los regionalistas más reaccionarios se empeñan en igualar idioma e identidad; consideran que cualquier intento de modernizar la educación fomentando un sistema trilingüe es un ataque a la lengua catalana y por ello un ataque a su identidad nacional. Nada más lejos de la realidad.
Casi nadie se atreve a defender la libertad de elección de los padres. Y lo que propone gran parte de la población es un sistema integral, el mismo para todos, pero no con una única lengua vehicular, sino con tres (las dos oficiales en Catalunya y el inglés), repartidas con el fin de atender la realidad social de cada colegio. Los defensores de la falsa inmersión se atreven a decir que se trata de un modelo ejemplar, de éxito. Luego están los del discurso del miedo: si creen que una cuota del 25% de las horas lectivas vehiculadas en castellano matarían el catalán, ¿qué es lo que pretenden hacer con el castellano defendiendo que el 100% de las asignaturas se imparta en catalán? Olvidemos la política por un momento. Da igual si uno es independentista o no. La educación no debe 'españolizar' (como dicen unos) ni 'catalanizar' (como dicen los otros). Se trata simplemente de facilitar opciones a nuestros hijos. Cuantas más, mejor.
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