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ECONOMÍA

#Crisis: Los mendigos no quieren dormir cerca del cementerio

Domingo, 23 de noviembre del 2014 Francesc Reina (Vilassar de Dalt)

Poesías tristes parten el cielo rodando en el vacío de una humareda blanda que sube como una oración hacia arriba, arriba... Se asustan de las propias sombras cuando parpadean los cuerpos en un muro huérfano de gris estraperlo. Todos tienen un vínculo en común: la miseria, la pobreza.
Carme lleva unos pedazos de carne envueltos en periódicos viejos; los zapatos rotos unos cuantos números más grandes que el pie y unos cuantos euros escondidos en el fondo de un pañuelo sucio con cuatro nudos hechos a toda prisa. Despierta la noche el grito de un idiota, un viejo demente, Francesc; asusta unas moscas que no existen, tan pronto llora como ríe y muestra, sensual, las encías sin dientes. Los perros engordan el escándalo y las pulgas trabajan en silencio y un ¡Viva España! se alza con la voz de un manco borracho y todos en pie entonarán el aria imposible de aquel himno doloso...
"¡Arriba España!", dice el Moro degenerado por las lágrimas del rocío que comienza a morderle las penas que le marcan arrugas trágicas en el frente. Un rumano sin piernas, una de ellas perdida durante una pelea de ajedrez, se orina sobre su cama, espuma agujereada sin color. Cuando Nitu habla, las lágrimas le bañan los dientes amarillos y negros, cuando habla cuenta no sé qué de una guerra de no hace mucho. Todo el mundo le hace callar pasándole el brick de vino barato; un hilo de baba de color chocolate se le pasea por la mejilla descosiendo los bordes de su alma.
A los vagabundos les pesa la amenaza de morir del todo, no les gusta dormir cerca el cementerio, el amanecer pronto llevará a los fantasmas a otro mundo y cierran los ojos, como niños pequeños, para no sentir más que la respiración rota. El protector, así lo llaman, trabaja en silencio y parece que los mece en sus sueños desafinados, de repente, para rescatar sonrisas.



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