Parecía difícil encontrar el punto de equilibrio entre la economía ultraliberal y aquella otra economía (¿cómo llamarla?) poco favorecedora de incentivar la concienciación ciudadana del gasto público, hasta que el profesor Guillem López Casasnovas parece haberlo hecho con el libro El Bienestar desigual. No se recomienda anular el papel del Estado, pero sí que este sea menos interventor y menos burócrata, y que, luego de informar y concienciar al ciudadano sobre el gasto público y las fuentes de financiación, la racionalidad y el conocimiento profesional estén siempre presentes. En El bienestar desigual se considera al sector sanitario como fundamental; así ha de ser, y así cabía esperar teniendo en cuenta el rol pionero de economista de la salud del autor. En línea con el pensamiento de Rafael Bengoa, en el ámbito de la sanidad y para afrontar ese bienestar desigual se hace necesario priorizar, utilizando los planteamientos clásicos de coste/efectividad y no de coste/ beneficio. Lo cual obliga a estructurar y conocer muy bien las patologías y sus diferentes niveles de atención y a vincular el sector sanidad con el sector bienestar. Y sí, también copago; siempre y cuando quede relegado a aquellos procedimientos que no sean de coste/efectivos y sean, atención, más de efecto disuasorio que recaudatorio. En esencia, López Casasnovas aboga lo que yo llamo la Triple E: efectividad, eficiencia y equidad.
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