Tengo una pequeña empresa en las Terres de l’Ebre de material contra incendios. Pese al centralismo de Barcelona (y el de Tarragona, que no debemos olvidar), hemos podido sobrevivir, gracias a nuestra competitividad y bajos costes, en unas comarcas caracterizadas por la falta de industria. Ahora sufrimos la grave crisis, como muchas pequeñas empresas de diversos sectores, empeorada porque la Generalitat favorece a nuestros competidores de Barcelona (como si aquí no hubiera bastantes), a pesar de que sus precios son más altos, que no la calidad. La única vez que nos han adjudicado un concurso público en el área metropolitana se echaron atrás con la excusa de la baja temeraria.
¿Qué culpa tenemos de ser más eficientes y cobrar menos a fin de mes? Nos quejamos, con razón, de la recentralización de Madrid, y no vemos que Barcelona hace lo mismo. Si siguen empaquetando las adjudicaciones, solo los grandes, situados en la capital podrán concurrir. Quizá así los funcionarios tienen menos trabajo, pero a todos los ciudadanos nos sale más caro y la Catalunya menos poblada sufre las consecuencias de esta nueva invasión desde la centralidad.
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