En estos días en que la población manifiesta sus preferencias políticas y opciones independentistas, no son los sindicatos, ni los estudiantes, ni ninguna clase social quienes cobran protagonismo. Las personas más ilusionadas con este proceso son las iaies y las tietes. En las manifestaciones, en las asambleas, en los momentos más representativos y en los más cotidianos observamos que la franja de personas ya jubiladas (preferentemente señoras) tienen una ilusión y una esperanza en el proceso independentista muy fuerte y valiente. Deberían ser los más sensibles (el Gobierno de España intenta amedrentarles con las pensiones y la falta de estabilidad), pero ni eso consigue impedir que estas personas, tras años de ostracismo, tengan una ilusión renovada y den ejemplo. Son la generación del posfranquismo, la generación que sufrió como nadie la frustración de no ser reconocidos como pueblo. Y ellas, las iaies y las tietes, quieren justicia y la devolución de lo que se les negó en su día. Hemos tenido la revolución de los claveles en Portugal, las primaveras árabes, actualmente la revolución de los paraguas… y nosotros, la revolución de las tietes, porque son la vanguardia de la ilusión por ver por fin con sus propios ojos un país libre.
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