Brilla que durante estos 30 años de supositicia democracia se ha votado a partidos y no a personas. Esto ha conducido a que a nuestros diputados, nombrados por las cúpulas de sus formaciones políticas, les haya interesado más su silla que el interés de sus votantes. Tal situación ha propiciado el amiguismo, el nepotismo y el «quien se mueve no sale en la foto» que decía Alfonso Guerra. Una ley realmente representativa como la inglesa, en la que se votase a personas y no a partidos, hubiese evitado la colonización por los partidos de cajas de ahorros e instituciones como el Banco de España y el Tribunal constitucional. En definitiva, no nos encontraríamos con una España en absoluta quiebra económica, con Catalunya dentro de España o fuera. Nos encaminamos a una situación como la griega, aunque es cierto que una Catalunya independiente tendría más posibilidades de supervivencia. El porqué es obvio: Catalunya goza de un potencial económico que la hace viable para generar suficientes ingresos cara a satisfacer las deudas que le corresponden.
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