Hay un principio en economía que afirma que las inversiones en infraestructuras favorecen el crecimiento y desarrollo armónico de un país. Nivelan la renta y la capacidad productiva de las diferente regiones y hacen un país más justo al ofrecer a los ciudadanos las mismas oportunidades de salida. Así es, excepto en España. Aquí, a pesar de habernos gastado todo lo que teníamos y más en AVE, autopistas, autovías y aeropuertos, sigue habiendo diferencias abismales entre regiones. Los únicos beneficiados han sido las constructoras.
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