En mi opinión los pisos turísticos no son el problema: los hay en todos los países llamados civilizados y no generan señores desnudos en los supermercados. El problema es que aquí aparentemente nadie aprende nada. Por mucho que se hable de apostar por turismo de calidad, y es innegable que se ha hecho mucho en este sentido, la tentación de hacer dinero fácil y en poco tiempo exprimiendo a la vaca sigue siendo demasiado atractiva, para todos. En primer lugar, y con mayor responsabilidad, para gestores y por tanto autoridades, que no dudan en cerrar una terraza con dos mesas que no molestan a nadie a las doce en punto de la noche mientras a su lado los cachorros del resto del mundo vociferan y gritan, empapados de sustancias tóxicas que esas mismas autoridades persiguen. En segundo lugar, los particulares que han apostado por hacer negocio con una relación calidad/precio lamentable, que conciben permisos, papeleo e impuestos como un engorro que hay que saltarse, y que por lo visto no están delante de la tele cuando aparecen año tras año imágenes de destrozos y follones en Salou, Lloret, Magaluf... Comprendo perfectamente a los vecinos indignados, pero creo que están ayudándoles a buscar culpables donde menos duela al bolsillo.
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