El otro día paseaba por la recién estrenada acera, lado montaña, de la Diagonal (tan nueva que los operarios aún la estaban barriendo) y... ¡Oh, sorpresa! Vi un enorme chicle rosa y baboso recién escupido en el suelo. Unos cuantos metros más allá vi otro, y luego otro. Al menos cuatro en 50 metros. ¿Quién les puede explicar a los escupidores de chicles lo feísimas que son esas manchas negras incrustadas en el suelo y lo carísimo que es limpiarlas? Las aceras quedan hechas un asco después de que los masticadores de chicles no se hayan molestado en acercarse a una papelera a escupir su goma rosa. Y eso que hay papeleras en cada esquina…
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