La semana pasada pudimos ver a la élite de la progresía europea crispada por la reforma de la ley del aborto en España. Willy Meyer, Raúl Romeva y otros mostraban enardecidas pancartas con las consignas de siempre. Creo que ya está bien de engañar diciendo que el aborto es un derecho humano o que las mujeres pueden hacer lo que quieran con su cuerpo. La concepción de una nueva vida humana es cosa de dos, una responsabilidad compartida. Déjenme decirles que ustedes que tanto hablan de libertades son los menos demócratas. Más bien pecan de intolerantes porque no aceptan que un Gobierno haga uso del mandato que le han confiado los electores y desarrolle el programa social –en este caso, la defensa de la vida– que legítimamente ha diseñado.
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