Domingo, 25 de enero del 2015 Ramon Mas Sanglas (Santa Eugènia de Berga)

Las listas separadas impuestas por ERC serán un escollo añadido en el proceso hacia la independencia. Con lista única se habría facilitado la labor del votante y dado una imagen de mayor fuerza. La segunda trampa –si gana la causa soberanista– será la interpretación práctica de los resultados. Las desavenencias partidistas pueden ser considerables, sin obviar los muros españoles. En la recta final confluirán cuatro fases: composición del nuevo Parlament, declaración del Estado republicano (si tiene éxito en las urnas), el tempo negociador con el Estado y el referéndum de la Constitución catalana. Presuponen entendimiento interno previo, más difícil todavía si España se niega a pactar. Entonces ¿se acordará la declaración unilateral de independencia sin el veredicto expreso del pueblo o constará su permiso tácito en la hoja de ruta? ¿Cómo se interpretará la secesión internacionalmente? Analicemos un resultado desfavorable a la autodeterminación. Si ninguno de los tres hipotéticos planteamientos –independencia, federalismo y autonomismo renovado– obtiene más del 50% ¿todo seguirá como hasta ahora? El no más rotundo. El conflicto España-Catalunya se agudizaría. Adquiriría dimensiones de suma gravedad hasta la reforma de la Constitución y del sistema autonómico. El pueblo de Catalunya haría abrir un melón  con el que PP y PSOE no se atreven por desacuerdo o cobardía, un paso gigantesco contra los viejos esquemas de una transición superada. Mientras, los recursos disponibles de la Generalitat para el 2015 son insuficientes. Madrid no abre el grifo de la morosidad pendiente. Este mal modus vivendi autonómico es la causa de los ciclos legislativos cortos y la necesidad de buscarse la vida. ¿Dónde está la panacea de los predicadores centralistas, el sustitutivo de la independencia? La sumisión colonialista es una receta muerta y enterrada por la democracia viva. Pueblo catalán, habla y decide.

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