El 25 de mayo los europeos elegiremos por sufragio universal directo, libre y secreto los 751 diputados europeos de la Eurocámara que representarán a la ciudadanía hasta el 2019. Serán las primeras elecciones tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, que otorgó más poder al Parlamento Europeo. Los partidos españoles se afanan en colocar a los suyos y nos bombardean con papeletas en nuestros domicilios, al menos a quienes aun lo conservamos.
Según la Encuesta Social Europea (ESE) el índice de confianza de los españoles en la política está en el nivel más bajo de los últimos 10 años, a la cola de Europa. La corrupción política en España es de las más altas de la Unión y el partido que nos gobierna ha incumplido la mayoría de las promesas que hizo en las pasadas elecciones. Europa y el Gobierno han rescatado a los bancos embargando económicamente los presupuestos futuros, que pagaremos los ciudadanos con más impuestos y rebajando las pensiones.
Seamos sinceros, la mayoría de ciudadanos no tenemos ni idea de qué irán a hacer allí los diputados que votemos. Y nos da en la nariz que para algunos ser diputado europeo es un chollo. No creemos en las promesas electorales, esa parafernalia que nos disparan cada cierto tiempo y saben a a dejà vu. Sin embargo, el 25 de mayo, a pesar de estar desencantados y sentirnos engañados, tenemos que votar, aunque solo sea para evitar que partidos neoliberales acaben dictando, u omitiendo normas, en beneficio de los grandes capitales que manejan el poder político, en detrimento de una economía que debería primar el bienestar social.
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