Viernes, 15 de mayo del 2015 Carmen Gracia (Rubí)

 En los últimos años de la bonanza económica, para la mayoría el Estado de bienestar era algo que había venido a quedarse y la democracia consistía en votar cada cuatro años y no siempre. Entonces llegó la crisis y despertó conciencias, el interés por la política y por lo que hacían los políticos. Rebrotó la ciudadanía activa, comprometida, informada y con ganas de pelear para que la crisis no se lo llevara todo. Una ciudadanía cada vez más numerosa dispuesta a defender sus derechos, el Estado de bienestar, su dignidad. Una sociedad que estrecha vínculos entre movimientos sociales y teje una red de mareas ciudadanas sólidas y
articuladas.
Frente a una ciudadanía comprometida e interesada por los asuntos políticos, ha crecido en paralelo la desafección por la clase política. Los casos de corrupción y la tibieza con la que los propios partidos han actuado con los imputados en sus filas; la casi inexistente separación de poderes; la colonización de todos los ámbitos de la Administración por los partidos, convirtiendo la democracia en una partitocracia; los estrechos vínculos existentes entre los partidos, las grandes empresas y el sistema financiero... Todo ello ha puesto de manifiesto los privilegios de la clase política frente a los ciudadanos.  Este descrédito de las instituciones junto a la arrogancia y la falta de sensibilidad con la que muchos políticos han actuado han agotado a una ciudadanía que percibe que hasta el momento se ha gobernado en beneficio de unos pocos y no se ha hecho nada por aquellos a los que más ha golpeado la crisis. Visto el panorama, en estos comicios no solo vamos a escoger al alcalde de nuestra localidad, vamos a decirles a los partidos si estamos hartos o aún podemos aguantar más desahucios, más cortes de luz, más recortes, más corrupción en nuestras instituciones, más perversión del sistema, más estrecheces para que algunos sigan disfrutando de sus privilegios.

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