Parece que todos los partidos políticos ven las elecciones municipales como una especie de test cara a las autonómicas y generales. Quizá sí puede ser que sirvan para marcar alguna tendencia, especialmente de cara a los partidos nuevos, o calibrar sus fuerzas en esta primera contienda electoral. Sin embargo, en las elecciones municipales aún pesa mucho la figura del alcaldable y los componentes de la lista al margen de las siglas. Son muchos los electores que priorizan la limpieza de las calles, la seguridad o los detalles que les afectan directamente, por encima de aspectos más ideológicos como la política cultural o social del municipio. Políticamente este año entran en escena nuevos actores y hay que ver cómo afectan los casos de corrupción de los principales partidos de aquí y del resto de España y el impacto de la crisis en la creación de una nueva y más dinámica conciencia social. En Cataluña hay otros factores: el procés, que engloba partidos de derechas y de izquierdas, y la debacle del PSC, que deja poco margen de elección a los que no son ni nacionalistas ni independentistas.
En un momento de decepción con la clase política, tal vez los alcaldes y concejales, sobre todo de municipios medianos y pequeños, son el último reducto de confianza de los electores. Son los que tienen más cerca, con los que pueden hablar directamente y valorar su trabajo en el día a día del pueblo o ciudad. El 25 de mayo puede haber sorpresas, especialmente en las grandes ciudades, pero los alcaldes que hayan hecho bien su trabajo, independientemente de su partido, respetirán.
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