Domingo, 24 de mayo del 2015 Rafael Guirado (Manresa)

La irrupción de nuevas formaciones que, aparentemente, se nos presentan con un discurso nuevo (¿joven?), parece que ha dado vitalidad a la política. Y digo aparentemente porque para los que tenemos cierta edad, todo cuanto dicen ya formaba parte de nuestro imaginario. Algunos incluso creen (y se lo creen) que están elaborando un discurso nuevo. Presumen de nueva política frente a la vieja y se atreven a afirmar que la democracia solo podrá renovarse a partir de los que han nacido durante la Transición. Qué falta de respeto hacia los que les han precedido. Si quisieran escuchar a los que han hecho este trabajo antes y que forman parte de la historia, nos guste o no, les podrían explicar también el porqué de determinados errores y convertirlos en una fuente de aprendizaje. 
En esta campaña no he escuchado a los jóvenes (o nuevos) políticos presentar argumentos propositivos que nos animen a confiar en lo que dicen; solo son capaces de lanzar diatribas contra los otros y promesas que saben que no podrán cumplir. ¿A quién quieren engañar? ¿O es que saben que en política el engaño es gratuito porque así lo han visto antes? Supongo que veremos pactos y que, si nos los hubieran avanzado antes, muchos de nosotros no entregaríamos nuestro voto y nuestra confianza a quien no podrá llevar a cabo todo lo que han intentado hacernos creer. Aquellos partidos nuevos están intentando mantenerse en una ambigüedad suficiente para que luego no nos sorprendan las alianzas que tejan con los demás. Así es la política. Oigo decir a muchas voces que quieren un cambio de 180 grados, dejar la vieja política y tener una nueva. Pero aún no les he escuchado decir cómo debería ser  la nueva; qué concepción del mundo tienen para que nos apuntemos (o no). Se presentan como los líderes de la renovación pero su fondo está vacío de contenido.

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