NUEVO MODELO DE CIUDAD

El patinete eléctrico invade una Barcelona que se abona a la movilidad eléctrica

Carlos Márquez Daniel

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Si el futuro del planeta son las megaciudades, el futuro de las megaciudades depende en buena parte de su movilidad. Interna y externa. Barcelona y su área metropolitana de 36 municipios siguen con el reto de mejorar las pésimas conexiones para hacer efectiva la unión urbana de 3,2 millones de ciudadanos en 636 kilómetros cuadrados. Todo aquello de Rodaliesampliar el metro, aclararse con el tranvía o colocar aparcamientos disuasorios en los accesos a los núcleos de población o peajes para circular por según qué distritos. Pero mientras eso naufraga o se mantiene en barbecho en mares políticos y competenciales, la cosa privada avanza sin excesiva oposición. El vehículo compartido y los chismes de movilidad personal son cada vez más populares. Con ellos se viene -de hecho, ya está aquí- una nueva manera de moverse por la ciudad. Individual, no tan colectiva. Más eléctrica, no contaminante.

En los últimos 10 años el debate se ha centrado básicamente en el 'boom' de la bicicleta. Y no siempre para bien, a pesar de ser decisiva en la lucha contra la contaminación. Desde la aparición del Bicing, en mayo del 2007, el número de ciclistas no ha hecho más que incrementarse, y aunque no hay un recuento preciso (sí se sabe que los desplazamientos en bici se han disparado un 30% en los últimos años), basta con echar una ojeada a los carriles ciclables para darse cuenta de la nueva situación. Hay auténticas retenciones en el pasillo para bicis. Decía el alcalde Xavier Trias que el futuro de la movilidad urbana pasa por la bicicleta eléctrica. En sus años de alcalde (2011-2015), sin embargo, no terminó de explotar. Ahora tampoco. Y no porque no sea eficaz, sino porque los usuarios tienen miedo al robo, porque es una tecnología que avanza mucho y que caduca rápido y porque es cara.

El futuro está aquí

En un debate organizado por el RACC hace un año, el arquitecto José Antonio Acebillo, uno de los padres del modelo Barcelona de los años de Pasqual Maragall, se despachó contra el tranvía. Dijo que ese transporte "de cartón piedra" es un "depredador del espacio público", y que es un invento comunista, "de cuando los grandes bloques de viviendas de Moscú estaban separados de las fábricas por un peligroso bosque". Pero más allá de sus astracanadas contra la unión del Trambaix y el Trambesòs, compartió una predicción que entonces pasó casi inadvertida: "El futuro de la movilidad será individual". Acebillo se refería, precisamente, a los artilugios, mayoritariamente eléctricos, que ya circulan por la capital catalana. ¿Pero es una moda puntual o estamos a las puertas de una alternativa fehaciente para ir de un lado a otro?

Francesc Llevat es gerente de una de las pocas tiendas que se dedican al patinete en Barcelona. Se llama Solo Rueda y está a punto de abrir un segundo comercio, en Aribau. Este año, cuenta, las ventas han crecido un 300%, hasta el punto de que cada semana venden unas 15 unidades, con precios entre los 380 y los 1.300 euros. Francesc se fue a China en el 2012 después de quedarse en paro. Volvió tres años y medio después y vio claro cuál era el futuro de la movilidad. "Hay muchas zonas de la ciudad en las que el patinete eléctrico es más rápido que la moto", señala este ingeniero. Ayuda que pasemos por el momento de mayor esfuerzo en cuanto a infraestructura ciclista (está previsto llegar a más de 300 kilómetros de carril bici y estamos acercándonos a los 200).

Las ventas de patinetes eléctricos se han disparado el 300% en una tienda especializada: vende 15 a la semana

La realidad parece demostrar que hemos saltado la pantalla de la bici eléctrica (que no la de la convencional, que sigue subiendo) y que estamos entrando de lleno en la del patinete eléctrico. Más pequeño, portable y mucho más económico. Pero también es cierto que requiere de cierta pericia no apta para todas las edades. El precio puede que sea una barrera para muchos. Incluso habrá quien piense que los vehículos de movilidad personal serán solo cosa de determinadas rentas. Llevat lo desmiente y echa mano de su variada cartera de clientes y de la calculadora. "Una señora lleva ya cerca de 4.000 kilómetros recorridos en dos años. Si tienes en cuenta que invirtió 500 euros, piensa la cantidad de dinero que habría gastado en bus y metro en todo este tiempo. A la larga, si no es un juguete ni un capricho, sale a cuenta". El mismo argumento aplica para la bicicleta, pero en ese caso hay que sumar el esfuerzo del pedaleo que aquí te ahorras. Amén del riesgo de robo. ¿Y a quién le roba mercado el patinete? Básicamente, a la moto y a la bicicleta. Y en menor medida, usuarios de bus y metro. También a estos colectivos le roban pastel aplicaciones de moto eléctrica como eCooltra Muving.  

Fronteras infranqueables

Que la movilidad metropolitana avanza a un ritmo decepcionante no es ningún secreto. Basta con recordar que la construcción de la línea 9 sigue detenida en su tramo central, el que le da sentido a todo el proyecto. Tampoco ha triunfado la unión del tranvía por la Diagonal y el Govern dejó entrever que hay muchas otras prioridades antes de ir a Madrid a discutir sobre Rodalies. La red ortogonal de bus está a punto de completarse pero sin conseguir superar los raquíticos 12 kilómetros por hora de media. Quizás uno de los proyectos más importantes de los últimos tiempos haya venido de las bicis, en concreto, el carril inaugurado hace en marzo para conectar Esplugues y Barcelona. Se le llama carril bici, pero tal y como avanzan los vehículos de movilidad personal, no tardarán en usarlo los que entran en patinete allende las fronteras de la capital catalana.

Al fin y al cabo, el asunto de la movilidad siempre se ha ponderado en base a dos ítems: el tiempo y el coste. Por mucho que la Administración insista, el factor contaminación influye entre poco y nada a la hora de elegir modo de transporte. Pero quizás sin querer se puedan maridar los tres conceptos, en un claro ejemplo de 'win win'. Eso es lo que busca la movilidad eléctrica. Unido a un sistema de transporte público colectivo eficaz, y que trascienda a los diez distritos de la ciudad, Barcelona y área metropolitana quizás puedan entrar en la era de las megaciudades. Porque el modelo de ciudad ya no es urbanístico: es de movilidad.