La hoja de ruta de Colau para mantener la alcaldía

Ada Colau, en el pleno municipal del pasado viernes.

Ada Colau, en el pleno municipal del pasado viernes.

Toni Sust

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Ada Colau ganó las elecciones municipales de mayo del 2015 por solo 17.000 votos. Un dato que quedó en segundo plano: la noticia fue que ganara. Pero el margen era escaso, como escasa es la mayoría relativa de Colau. A menos de un año y medio para los comicios del 2019, y ante la eventualidad de que también se decidan por un estrecho margen, el gobierno de Barcelona en Comú se enfrenta a varios condicionantes que ponen en peligro la reelección de la alcaldesa: el resultado de Catalunya en Comú en las elecciones catalanas, ocho escaños, tres menos de los que obtuvo Lluís Rabell en el 2015; el hecho de que ERC esté por delante de Barcelona en Comú en intención de voto, según el último barómetro semestral del consistorio, la evidente dificultad para encontrar socios en las votaciones, que suele agudizarse en el último año de mandato de un ayuntamiento, y que puede bloquear la actuación del consistorio.

Con todo, el equipo de la alcaldesa cree que esta mantiene intactas sus opciones. Colau fía el reto de repetir en el cargo a que el eje identitario, que ahora, indiscutiblemente, todo lo rige en la política catalana, pierda fuelle en los meses venideros. El principal riesgo, admiten fuentes del gobierno municipal, es que el marco del debate siga siendo el del sí y el no a una hipotética secesión de Catalunya. Un marco en el que los ‘comuns’, como se ha visto, navegan con mucha dificultad. Hasta ahora, subrayan próximos a la alcaldesa, los barceloneses siempre han elegido a su alcalde pensando en la ciudad. Su esperanza es que vuelvan a hacerlo en el 2019.

Para que eso suceda, los ‘comuns’ creen haber dejado huella en los aspectos en los que se ha propuesto incidir de forma más intensa: el turismo, la vivienda, la contaminación, la política social. Bien es cierto que muchos ciudadanos denuncian que desde que gobierna Colau algunos de los conflictos que quería atajar se recrudecieron: sirva como ejemplo principal el incremento de los alquileres.

Los votantes

De cara a los votantes, Barcelona en Comú se propone movilizar de nuevo a los barrios populares que fueron decisivos para su victoria. Barrios que en gran parte se inclinaron por el apoyo a Ciutadans en otras citas electorales, como las autonómicas del pasado 21 de diciembre. Pero, insisten las mismas fuentes, son otras elecciones. Además de apostar por ese voto, el partido quiere convencer a la clase media (en su amplia y compleja definición) de la capacidad de gestión del gobierno de Colau. Y de paso, también quiere evitar que la clase alta les vea como un peligro. Ese es un proceso bastante logrado: a estas alturas ya todo el mundo ha visto que ni la alcaldesa ni sus concejales y concejalas tienen intención de emprender revolución alguna. Lo que, cierto es, también le puede restar votos de quienes sí esperaban esa revolución.

Para llegar a los vecinos, el mensaje en lo que queda de mandato se centrará en Barcelona, en pisar calles y barrios y en dejar relativamente de lado otras causas de carácter más universal que han ocupado no poco tiempo de la alcaldesa en los dos años y medio que hace que ostenta la vara de mando municipal.

En relación con la gestión de Colau, sus colaboradores subrayan que no se ha producido el desastre que algunos vaticinaban y que las encuestas arrojan las mejores valoraciones de la última década. Económicamente hablando, a la alcaldesa no se le puede reprochar que haya tirado la casa por la ventana. Irónicamente, sí recibió dardos por lo contrario: cerró el 2016 con un superávit de casi 100 millones de euros. Una de las críticas de Barcelona en Comú al anterior alcalde, Xavier Trias, fue precisamente esta, la de cerrar con superávit en un contexto de dificultad social.

El bloqueo de la oposición

Además del riesgo ‘identitario’, el equipo de Colau contempla otro que se antoja más que probable: que la oposición bloquee su actuación por la vía de negarle el apoyo en los grandes temas pendientes: el tranvía, la funeraria pública, el Espai Barça (en menor medida, en este último caso). La soledad de Colau se incrementó con la ruptura del pacto de gobierno con el PSC, aunque a corto plazo llevara a que ERC y el PDECat tuvieran algún gesto de proximidad con la alcaldesa.

Si eso sucede, si la oposición se cierra en banda, la respuesta será apelar a la sociedad civil y subrayar que es esta la que reclama estos proyectos. Fuentes del gobierno municipal se muestran convencidas de que, como sucedió con el PEUAT (la regulación hotelera) y el plan de vivienda, habrá grupos de la oposición que acabarán pactando. De hecho, no descartan algo que parece muy difícil: que se empiece a construir el primero de tres tramos del tranvía en este mismo mandato.

Una carta que Barcelona en Comú esgrime con fuerza es la de que Colau es, a la vista de los jefes de grupo que operan actualmente en el ayuntamiento, la mejor candidata. Es, también, una circunstancia que se ha subrayado en lo que va de mandato: el equipo de Colau considera que la ausencia de rival, como grupo y como alcaldable, es innegable y la ha beneficiado.

Y volviendo al debate de la bandera, los acólitos de Colau se ponen en lo mejor: sí, admiten, el debate identitario los dejó fuera en las elecciones catalanas. Pero, prosiguen, su postura “nacional” puede no suscitar adhesiones, pero tampoco causa rechazo.

Los 'comuns' no temen un Junts per Barcelona

<span style="font-size: 1.6rem;">El resultado de las elecciones catalanas del pasado 21 de diciembre fue un<strong> trago amargo para los ‘comuns’. </strong>Después de los triunfos de Ada Colau en las municipales del 2015 y de la victoria de Xavier Domènech en Catalunya en las dos últimas y casi consecutivas elecciones legislativas (el resultado de Lluís Rabell en las catalanas de septiembre del 2015 fue considerado casi un accidente), se impuso la sensación de que su espacio iba ser protagonista, o como poco coprotagonista, en el futuro político catalán. Ahora, <strong>Catalunya en Comú parece condenada a ser irrelevante en el Parlament en el tiempo que dure la próxima legislatura.</strong></span>