BARCELONEANDO

El arte callejero: normas de cortesía

Normas de 'etiqueta' no explícitas rigen el mundo del arte urbano en Barcelona

Una seta de Setabcn en la valla en torno del antiguo cine Urgell, pintada sobre un banco de peces polla de los cuales se ve el rastro.

Una seta de Setabcn en la valla en torno del antiguo cine Urgell, pintada sobre un banco de peces polla de los cuales se ve el rastro.

Mauricio Bernal

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cortesía y arte urbano. Un viejo concepto. ¿Cuándo se puede pintar sobre la obra del otro? Las calles de Barcelona bullen de artistas callejeros –unos más artistas, otros menos– y nunca habrá bastantes muros para que todos pinten sin molestar al otro. Es una dinámica natural (“la calle está viva”, dicen todos), pero aun así hay normas tácitas, y factores que entran en juego: el territorio. La reputación. El tiempo. La relación entre artistas. La calle está viva y lo está en todos los sentidos, incluyendo filias y fobias, que además oscilan. En internet corren historias de pequeñas vendettas, y es bien sabido que a veces se pinta encima a propósito, para fastidiar. Pero no siempre, ni siquiera la mayor parte de las veces. El artista de la calle sabe de antemano que su obra es perecedera. Quiere que luzca el mayor tiempo posible, pero su anhelo no depende de sí mismo, ni siquiera de la calidad de su obra. Ahí afuera es la selva.

El territorio, la reputación y el tiempo que ha estado en la calle una obra dictan cuándo se puede pintar sobre el trabajo de otro

“Es habitual. Alguien viene y te pone encima un 'tag' o un 'paste up' y es parte de la ley de la calle –dice Jorge Rodríguez-Gerada, cubano criado en EEUU actualmente instalado en Barcelona; empezó a pintar en Nueva York y hoy es un referente mundial–. No te gusta, obviamente, pero sabes que esas cosas suceden. Hay chavales de 11 años con aerosoles potentes que van poniendo 'tags' por todas partes para que todo el mundo sepa donde están y hay que vivir con eso”. Cuando uno no ha encarnado en un niño de 11 años que anhela marcar territorio hay reglas sencillas de cortesía que se pueden seguir, y se siguen, dice Gerada: “Te conviene averiguar quién está en la zona, quién pintó tal muro. Entonces llamas al artista y le dices: ‘Oye, cuánto tiempo llevas ahí, ¿puedo pintar encima?’ Eso hay gente que lo hace, aunque son pocos. Y es bueno hacerlo, porque si no, vas a tener a alguien mosqueado”.

Persianas de Gràcia

Se ve por todas partes si se mira con atención, pues siempre queda un rastro de lo que había debajo, pero hay ejemplos más expresivos que otros. Hace unos años, más de 70 artistas convocados por la plataforma Enrotlla’t pintaron las persianas del mercado de la Abaceria, en Gràcia, durante una festiva jornada de domingo que acabó con el exterior del mercado radicalmente transformado. Algunos eran o serían nombres reconocidos del arte urbano barcelonés, y convirtieron unas persianas anodinas en superficies que los turistas usaban de fondo para sus fotos. Con los años se convirtió en paradigma de cierta forma de etiqueta: pasaron meses hasta que algún grafitero se atrevió a pintar encima y abrió la veda. Poco a poco, las obras de aquel 2013 fueron desapareciendo bajo los grafitis. Hoy prácticamente no queda nada.

"La calle es algo orgánico que cambia continuamente", dice el comisario de arte urbano Arcadi Poch

El tiempo es un factor. “Si veo un mural aquí delante, espero una semana o dos, así me parezca feo, pero si a las dos semanas tengo ganas, pues pinto encima”, dice el artista de 'paste up' SM172. “Sobre las normas cada uno te dirá una cosa, cada uno viene de una época, y la cosa también va por barrios, por territorios. Yo suelo pintar en puertas que están ya muy 'taqueadas', puede haber letras, pegatinas, puede haber de todo”. La superposición de géneros es habitual: grafitis sobre murales, 'tags' sobre 'paste ups'… “Una vez que pones algo en la calle, dejas de ser el dueño”, dice el Pez Polla, responsable de las pegatinas del mismo nombre, los peces con aire de falo nadador que navegan en nutridos bancos por la ciudad. “Si no quieres que te toquen, búscate un sitio en una galería, pero si entras en el juego, asume sus reglas. Y no es necesariamente malo. Hay gente que les pinta ojos a mis peces… Una vez un tipo escribió dentro de un pez: ‘Cristina, t’estimo’, y a mí me gustó que utilizaran un pez para dejar un mensaje de amor. A veces es una interacción y el que pinta encima mejora lo que hay”.

Había un numeroso banco de peces polla en la valla que rodea las obras del viejo Cine Urgell que hace poco desapareció bajo una seta de Setabcn. Desapareció es un decir: como siempre, quedaron rastros debajo. Su política a la hora de pintar o no pintar encima de la obra de otros el conocido dibujante de hongos antropomorfos la define así: “No me gusta pintar persianas impolutas. Suelo hacerlo en espacios ya con firmas o ‘tags’. Pero, de la misma manera, nunca pinto encima de una obra o pieza de otro grafitero”. El banco llevaba meses allí, así que puede que haya incidido el factor tiempo. “La calle es algo orgánico que está cambiando continuamente y así es como tiene que ser”, dice el comisario de arte urbano Arcadi Poch. “La calle es de todos y por lo tanto no es de nadie”. Es una selva, pero una selva con reglas de etiqueta.