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Del ciclista al motorista

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Carlos Márquez Daniel

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Barcelona no solo no ha inventado las salidas avanzadas para bicicletas sino que no es la primera vez que estas señales se instalan en la capital catalana. En septiembre del 2008, la calle de Urgell estrenó una de estas bike box en su cruce con Consell de Cent para que los ciclistas pudieran conectar sin problemas ambos carriles bici. Se pintó entera, como se hace en Estados Unidos, de rojo chillón para que coches y motos se dieran cuenta de que aquello no era para ellos. No duró demasiado. Y no solo eso: aquello inspiró las zonas avanzadas para motos. Porque sí, motocicletas ya había un montón.

La bici como inspiración para mejorar la seguridad vial. Tiene su guasa si se tiene en cuenta que ha sido el saco de los golpes de la movilidad diaria en la última década. En septiembre del 2008 se inauguraba el carril de Urgell y se aprovechaba para pintar las zonas avanzadas para ciclistas. Pasó lo que hoy parece obvio: que no las usaba nadie porque todavía eran muy pocos los que se movían a pedales. El entonces concejal de Movilidad, Francesc Narváez, y su equipo vieron en aquello una oportunidad.

¡Eureka!

"¿Pero esto lo podemos hacer también con las motos?", dijo el edil, según recuerda uno de sus colaboradores. Y fue así como en septiembre del 2009, con el ok de la unidad de accidentes de la Guardia Urbana liderada por Manuel Haro, se presentaba un plan para desplegar zonas avanzadas para motos en 36 cruces de la ciudad. Con un doble objetivo. Dar más respiro a la línea entre vehículos y peatones y permitir que las motocicletas salieran primero y no de entre los turismos. Aquello, según el consistorio, debía ayudar a reducir la accidentalidad entre un 12% y un 20%. La primera se pintó en Gran Via con Pau Claris, ante la extrañeza de los motoristas, que al principio no osaron meterse en el cajón.

Hoy la bicicleta es el medio de transporte que más crece en Barcelona. De largo. Y todo parece indicar que seguirá siendo así, ya que la red ciclable es cada vez más extensa y segura, lo que invita a aventurarse. Amén de la aparición de modelos eléctricos y todo tipo de aparatos con baterías: patinetes plataformas móviles, segways, ruedas autónomas... El momento para instalar las bike box, pues, parece que ahora sí es el indicado.

De la nada a casi todo

Todo empezó con carriles bici en las aceras. El primero lo inauguró Pasqual Maragall a principios de los años 90. Es el de la Diagonal, de Francesc Macià hacia el parque de Cervantes. Curiosamente, sigue siendo uno de los más anchos de la ciudad. Con los años llegaron los primeros viales en la calzada. Consell de Cent y Diputació están entre los veteranos del lugar. Al principio no se segregaron, y la invasión por parte de motos, furgonetas de reparto y taxis era constante. Empezaron a ponerse gomas separadoras de caucho, que no gustaron ni a peatones ni a motoristas. Pero ahí se han quedado hasta hoy porque más del 80% de los ciclistas las consideran imprescindibles para su seguridad, según una encuesta municipal encargada hace algunos años al Bicicleta Club de Catalunya

Aquella era una red de pedazos, sin continuidad, lo que hacía muy difícil no usar la acera para moverse por Barcelona. Empezó la mala, pésima convivencia entre viandante y ciclista, que ha generado un enconado debate. Y con ella, la necesidad de dotar a las bicis de una auténtica malla que les permitiera circular al lado de los coches sin jugarse el tipo. Así llegamos hasta nuestro días, cuando parece que para tranquilidad de todos, esa red va cogiendo forma.