EXPOSICIÓN

El Puig i Cadafalch que ocultaba su estudio de Provença, 231

Las columnas reconstruidas en el 2010.

Las columnas reconstruidas en el 2010. / periodico

Ernest Alós

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La restauración de la Casa de les Punxes y su apertura al público volvió a poner hace un año a Josep Puig i Cadafalch (Mataró, 1867-Barcelona, 1956) en un lugar destacado de la ruta turístico-arquitectónica del modernismo catalán. La erección de las cuatro columnas de Montjuïc derribadas por la dictadura de Primo de Rivera resituó al segundo presidente de la Mancomunitat en el imaginario del nacionalismo catalán. La instalación del Caixaforum en la fábrica Casarramona hizo de ella el edificio más visitado del arquitecto nacido en Mataró. Los municipios del Maresme donde dejó obra han recordado que el modernismo no se acaba en el Eixample… Puig i Cadafalch siempre ha estado allí (bueno, al menos desde que las garras del constructor Núñez sobre la Casa Trinxet movilizó a los defensores del patrimonio) pero para Mireia Freixa y Eduard-Riu Barrera, los comisarios de la exposición central del Any Puig i Cadafalch que le dedica el Museu d’Història de Catalunya, era necesaria una visión de síntesis que enlazara sus facetas de arquitecto, urbanista, político catalanista, arqueólogo e historiador del arte románico. Y que recuerde que era mucho más que un arquitecto y, aun en esta disciplina, mucho más que un arquitecto del modernismo.

‘Puig i Cadafach. Arquitecte de Catalunya’ (del 15 de diciembre al 15 de abril) gira sobre todo en torno del material rescatado del archivo, su casa estudio de Provença, 231. Expuesto, todo se ha de decir, con algunas restricciones de medios propias del momento actual y un diseño gráfico manifiestamente mejorable. Allí se desarrollaron las sesiones clandestinas del Institut d’Estudis Catalans en la posguerra y allí quedó su archivo hasta que fue adquirido por el Arxiu Nacional de Catalunya en el 2006, con la sorpresa de que su archivo ‘político’, incluyendo agendas, había quedado convenientemente oculto. En su espacio central, la exposición reconstruye con el mobiliario original el despacho y el estudio de su casa de Barcelona. “Sigue su trayectoria vital de forma cronológica”, explica Riu-Barrera. Mientras, otros aspectos han sido objeto de exposiciones específicas dentro de la conmemoración del 150 aniversario de su nacimiento (en el Museu d’Arqueologia se puede ver la dedicada a su impulso a las excavaciones de Empúries, y en el Museu de Mataró la comisariada por Lucila Mallart, autora de una tesis doctoral, ‘Josep Puig i Cadafalch i la construcció d’un imaginari català’, que combina la reivindicación de la obra en su comarca natal con la definición de su proyecto intelectual de construir una Catalunya contemporánea y europea).

Para resumir: tras una fase primeriza en que sale en globo del cargo de arquitecto municipal de Mataró por diseñar una red moderna de alcantarillado (“es una de sus contradicciones, es un conservador que siempre acaba peleado con los conservadores porque es demasiado avanzado”, sostiene Riu-Barrera), diseña edificios como la Casa Coll i Regàs de Mataró y la Casa Martí, que acogió els Quatre Gats, llega la fase de prestigio profesional en que construye los edificios de viviendas que configuran su imagen de gran arquitecto modernista pero que se circunscriben a una etapa muy acotada (de 1898 a 1906, la Casa Amatller, la Casa Macaya, las bodegas Codorniu, la Casa Muntades, Can Serra, la Casa de les Punxes, la casa del barón de Quadras). Siendo esa faceta la más conocida, dice Riu-Barrera, “también hay que romper el tópico de que era un neomedievalista que recuperaba el gótico nacional; es absolutamente ecléctico y utiliza elementos alemanes, reproduce la galería del palacio ducal de Venecia…”

En 1907 Puig i Cadafalch es elegido diputado por la Solidaritat Catalana, en 1913 diputado provincial, en 1917 sucede a Prat de la Riba al frente de la Mancomunitat... Una etapa en la que se centra en los grandes proyectos urbanísticos, la revalorización del patrimonio artístico del país o el impulso de empresas culturales como las excavaciones de Empúries, el rescate de las pinturas del Pirineo o sus trabajos históricos sobre el románico catalán. “De hecho, lo que le interesa es el románico europeo y explicar cómo de la arquitectura romana deriva el románico; algo que por cierto no pudo encontrar”, opina el comisario de la exposición.

Proyecto de la Casa Amatller.

Urbanismo

El Puig i Cadafalch urbanista (opuesto por cierto al modelo del pla Cerdà) impulsa como concejal de Barcelona los planes de enlaces y de saneamiento urbano pero también deja huella en el mapa de la ciudad: la ordenación del tramo central de la Via Laietana, con la apertura hacia la catedral y las murallas romanas, la ordenación de la plaza de Catalunya (“el 70% de lo que vemos hoy es Puig i Cadafalch, como el concepto de la plaza sobreelevada”, dice Freixa) y las líneas generales de la nonata exposición de 1917, que definía ya la disposición, que no los elementos, salvo los Palacios de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, de la plaza Espanya, la avenida Maria Cristina y el Palau Nacional que definen desde 1929 la fachada de Montjuïc hacia la ciudad. Proyectos truncados tras su destitución con la dictadura de Primo de Rivera y primer exilio, tras lo que regresa a la construcción de promociones de viviendas particulares. Aunque el Puig i Cadafalch urbanista también quiso dejar su huella en la ordenación de los espacios entorno al conjunto episcopal de Egara.

Las "sorpresas" de la exposición

El Puig i Cadafalch arquitecto de los años 10, 20 y 30 pasa a ser irreconocible como arquitecto modernista: del noucentisme a la Sezession vienesa o varias facetes del clasicismo. Y aquí entra uno de los grandes valores de la exposición, el de mostrar lo que la comisaria Mireia Freixa no deja de calificar como “sorpresas” surgidas de su archivo. Un proyecto museográfico del Museu d’Arqueologia de Catalunya (“no sabíamos que lo hubiese hecho”, dice Riu-Barrera”), bocetos para el logotipo del Institut d’Estudis Catalans (en versión circular y la definitiva cuadrada), el proyecto de un gran templo de arquitectura de acero y luz que presidiría la vista del Río de la Plata en Buenos Aires (no se lo pagaron por excesivo), un proyecto que no triunfó en el concurso para el tribunal internacional de Justicia de La Haya, versiones alternativas de sus edificios más conocidos (“ofrecía tres o cuatro versiones al cliente para que eligiese, no tenia manías”, apunta Riu-Barrera)...

A lo largo de la exposición, varias mesas muestran proyectos en diversas fases: la propuesta inicial, a la acuarela, fotografías de la obra realizada en su día e imágenes de su estado actual. Y aquí empieza el repaso al Puig i Cadafalch menos conocido, el inicial (no muchos saben que el ‘Starbucks’ de la calle Ferran era la joyería de su suegro, y que aún se conservan los suelos y techos que diseñó) y el tardío, en que “adopta referentes más barrocos que medievales y abraza cierta modernidad, la de la escuela de Chicago; hasta cierto punto, porque en ese momento ya se solapa con la escuela racionalista, a la que no llega”. Sobre todo en los materiales y los programas de uso de los edificios: escaleras comunes, viviendas del propietario en los áticos en lugar del principal, hormigón y acero...

Es más conocida la casa Guarro, en la parte baja de la Via Laietana, o la inmensa Pich i Pon, en la esquina de la plaza de Catalunya y la Rambla de Catalunya. Pero ¿quién reconoce, en el edificio de Ferran/Rambles, que acogió la armería Beristain y hoy un Kentuky Fried Chicken, los grandes almacenes de material de cocina Miele que diseñó Puig i Cadafalch (1913-1917)? O la Casa Casarramona, encarada, 20 años más tarde, a su casa Ametller. O la monumental casa Rosa Alemany (1928-1931) en República Argentina, o el antiguo Hotel Términus en Aragó/paseo de Gràcia. Aunque para sorpresas del archivo, una versión más barroca que neomedieval de la Casa de las Punxes, y sin ‘punxes’ (bueno, solo una), el boceto de un cine de aire francamente moderno o el diseño de una piscina para un cliente de EEUU, que ni siquiera se sabe si se llegó a construir, con elementos tomados de Persépolis y que no desentonaría en una superproducción de cine histórico de Cecil B. DeMille.