BARCELONEANDO

Muñeca echando una siesta

Los escaparates de la tienda de muebles usados Columpiu lindan con la obra de arte surrealista y algo impregnada de demencia

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Mauricio Bernal

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Muñeca es la fémina de plástico envuelta en un abrigo hecho evidentemente para parecer de piel y tapada hasta la cintura con un edredón de encaje, linda de un modo fetiche, si se quiere. Muñeca yace acostada en una cama de estilo escandinavo de los años 50 y la rodea un completo juego de alcoba ídem (escandinavo, de los años 50), que incluye dos mesas de noche y tocador. A los ojos de Muñeca los visten unos lentes oscuros que recuerdan vagamente a las gafas del Barón Rojo, y sí, se diría que está mirando al techo, pero si mirara al frente podría elegir entre los tres televisores de tubos apilados y en formación vertical, uno encima del otro, televisores que si estuvieran encendidos pasarían algo del orden de 'Míster Magoo'. En general, a Muñeca la rodea una parafernalia trasnochada: una estufa Súper Ser Automática de los años 70, por ejemplo, o por ejemplo un viejo aparato de radio marca Inter del mismo tamaño de los televisores; una bacinilla, un jarrón –sospechoso a primera vista de ser chino–, una pretérita aspiradora Paris-Rhone… Cosas por el estilo. Las paredes de la habitación de Muñeca están decoradas con grandes fotos en blanco y negro enmarcadas y pequeños cuadros entre los cuales hay varios que representan paisajes de la Costa Brava. Muñeca no duerme, eso es seguro. Muñeca posa. Muñeca quiere que la vean. Muñeca es una estrella.

En la historia de las vitrinas figura un simio con esquís y una maestra en un aula vacía

Muñeca y su estrambótico decorado –esa especie de escena congelada– es lo que se encuentra el peatón barcelonés que baja o sube caminando por la calle de Bailèn, después de Roselló bajando y después de Provença si sube, lado Llobregat, número 147, stop. El extravagante universo que es en sí misma la tienda Columpiu de muebles usados empieza a dibujarse entre las cuatro paredes del escaparate, diseñado se diría que para ser un planeta aparte en el mundo de los escaparates. Un oasis. Va caminando el transeúnte y pasa por el escaparate de una droguería, pasa por el escaparate de una peluquería, pasa por el escaparate donde hay un simio con esquís y gorro de montaña.

Señorita con paraguas

Esta Muñeca lleva un par de meses estirada sobre su cama de madera escandinava y envuelta en su abrigo de falsa piel, ejerciendo con descaro el poder de frenar al transeúnte –Muñeca estrella–, pero tanto los vecinos como los asiduos de la ruta están acostumbrados a las escenas estrambóticas. Hubo una vez un aula de colegio hecha con pupitres de los de antes y una profesora en el medio dictando clase en el vacío, hubo una vez una especie de despacho antiguo, con máquina de escribir y calculadora de manivela sobre el escritorio y una señorita vestida pobremente y posando con paraguas, y hubo, eso: un gorila vestido invernalmente, como si su inmediata intención fuera salir por la puerta e irse a esquiar.

"Si me toca vaciar un piso y hay una habitación chulísima muy original, la pongo en el escaparate", dice el dueño, Joan Dolot

Columpiu es una tienda de muebles usados y es el mueble usado la materia prima de sus escaparates; tienen por lo tanto un aire gastado, antiguo, se podría decir que decadente, sin el cual no serían lo que son. En nuevo, nada de esto sería igual. No se pararía la gente, o se pararía menos, o se pararía por otras razones. A los escaparates del Columpiu se les debería otorgar la categoría de institución, si no a nivel de ciudad al menos de barrio, pero los incondicionales admiradores de estas escenas que lindan o bien con la demencia o bien con el surrealismo seguramente anhelan que sean reconocidas más allá de las fronteras de la calle, si es que se da por sentado que a la gente le interesa compartir sus tesoros. Probablemente estarían de acuerdo en que tienen algo fronterizo con la intención artística, y donde hay intención artística hay artista o hay deseo de serlo, y ese personaje responde en este caso al nombre de Joan Dolot, el dueño de la tienda. El hombre que pone a los gorilas a esquiar.

Dolot explica que “el gorila era un animal de fibra del antiguo parque de atracciones de Montjüic”; que, en general, los escaparates los cambia “cada dos o tres meses, depende del tiempo que tenga”, pero también según el género que va entrando en la tienda. “Si me toca vaciar un piso entero y hay una habitación chulísima muy original o una cocina entera, o algo muy espectacular, la pongo en el escaparate”. Vacía una escuela del Eixample y monta el salón de clase, vacía un antiguo piso modernista y monta un despacho, un tocador, una habitación. Muñeca yace estos días en su vieja camita nórdica, pero también fue la maestra y también fue la chica del paraguas. Ojo con Muñeca. Es actriz, es estrella. No habría escaparates sin ella.