BARCELONEANDO

¡Esto es todo, amigos!

Barcelona se ha muerto de risa con la aparición de Piolín como santo protector de la Guardia Civil, como mascota de la gente de uniforme al modo de la cabra de los legionarios

El barco de la Policía Nacional, atracado en el puerto de Barcelona, en septiembre del año pasado.

El barco de la Policía Nacional, atracado en el puerto de Barcelona, en septiembre del año pasado. / periodico

Javier Pérez Andújar

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No sé en qué momento la sociedad empezó a vivir en sus novelas. Quizá fue desde el principio, desde antes de que se inventase la novela como género. Tal vez los antiguos griegos vivieron su vida lo mismo que si estuvieran en la 'Ilíada' o en la 'Odisea'. El otro día vi en la tele a Kirk Douglas haciendo de Ulises. Lo pillé al final de la película, cuando es el mendigo misterioso que dobla el arco ante el reto de Penélope, su mujer. ¿Se regresará siempre a Ítaca camuflado de lo que no se es? A lo que en ciencias naturales se llamaba mimetismo, en el cine bélico se le decía camuflaje. El casco rodeado de hojas de hierba, como un poema de Walt Withman. La ropa de camuflaje de los Geyperman. Estos días ha sido la rechifla la aparición en el puerto de Barcelona de la Guardia Civil en un barco camuflado de dibujos de la Warner. Acaso sea así, y hemos vivido siempre en la literatura, pues cosas como esta son las que ocurrían en las novelas de Philip K. Dick; por ejemplo, en 'El hombre en el castillo', donde le regalan a un personaje, como si fuera una joya, uno de los últimos relojes auténticos del ratón Mickey que quedan en el mundo.

Somos mercadillo, pura cultura popular. Creemos que echamos raíces en la tierra, pero nos arrastramos por las grandes superficies. La nave de Ulises, la nave de 'Jasón y los Argonautas'..., las hemos cambiado por cruceros, ciudades flotantes donde solo cabe la diversión. En vez de parques naturales, creamos parques temáticos. Esto está también en las novelas de J.G. Ballard, a quien se alternaba con la lectura de Dick. Leer así, yendo hipnóticamente del uno al otro, era como ir en una pelota de tenis en esas máquinas de los bares. Vivimos tiempos épicos sin héroes y sin épica. La épica de Estados Unidos es lo que va de Walt Whitman a Walt Disney. Como marca de demolición, para manifestar que todo eso se ha venido abajo, fue concebido finalmente el Walt definitivo: Walter White, el profesor de química que vendió su alma azul al diablo a cambio de la vida eterna. 'Breaking Bad' es género postapocalíptico, está llena de ruinas.

Hemos cambiado la nave de Ulises por los cruceros, ciudades flotantes donde solo cabe diversión

Barcelona se ha muerto de risa con la aparición de Piolín como santo protector de la Guardia Civil, como mascota de la gente de uniforme al modo de la cabra de los legionarios. Vivimos en una ciudad donde las formas son lo primero, y la prueba de ello está en sus dos mayores monumentos: la Sagrada Familia y las tres chimeneas de la Fecsa. Pura forma envolviendo el vacío humano. (El turismo es al vecinismo lo que Pasapalabra al diccionario).

Piolín es una de las más retorcidas criaturas de la Warner, y por tal razón verle surgir de entre las aguas como un dios antiguo tal vez resulte un mal presagio. No conviene identificarse con él. Con sus ojos abiertos de par en par, con su expresión infantiloide, con su disimulo en un parapeto de inocencia, Piolín se exhibe como víctima y deja a otros su venganza. Le protege una forma encubierta de poder, la vieja Granny, la abuelita desvalida capar de ejercer suertes inusitadas de violencia. Entre ambos, se han conjurado para destruir a Silvestre, el gato blanco y negro con la nariz roja como un payaso, como uno de aquellos vagabundos, bohemios abandonados al vino, que salían en 'Tortilla flat', la novela de Steinbeck. Silvestre es un tipo sin suerte que solo se debe a su instinto. Los nombres están bien elegidos, la factoría de la Warner sabía de qué iba su oficio. Toda la historia de la animación gatuna cabe en un pasodoble valenciano, 'El gato montés', de nombre científico 'Felis silvestris'; y por eso al Gato Félix se le llamó Félix, y cuando luego otros crearon a Silvestre eligieron para bautizarlo la segunda parte del binomio taxonómico, pues no hay arte sin orden.

La historia entre Piolín y Silvestre es la misma que entre el Coyote y el Correcaminos

La historia entre Piolín y Silvestre es la misma que entre el Coyote ('Carnivorus vulgaris') y el Correcaminos ('Aceleratii incredibus'). Aquí, los nombres latinos los puso Chuk Jones, el creador de los personajes. Silvestre y el Coyote son cazadores, ambos pasan hambre, ambos urden estrategias, planes descabellados que una y otra vez los llevan al fracaso y a la autodestrucción. Silvestre es urbano, el Coyote es rural. El esplendor de las aventuras de Silvestre coincide con el estreno de 'La jungla del asfalto'. En los paisajes del Coyote, está anunciado el devenir de 'París, Texas'. “Me parece que vi un lindo gatito” es la frase con que cínicamente Piolín anuncia que todo le va a ir muy mal al gato, como siempre. La pronuncia con lengua de trapo, habla como un niño pequeño, y así se refleja en Silvestre la desolación de los adultos. El nombre original de Piolín es Tweety (el que pía dicho infantilmente, por tanto, el piolín), de modo que resulta inevitable ver hoy en él un vaticinio de la linda vida en Twitter. Cuando, muchos años después de que se proyectaran en los cines, ponían estos dibujos en la tele de repente a cualquier hora, en cualquier hueco, rezábamos para que a continuación de una caricatura dieran otra. Así nos hicimos Silvestres, Coyotes, jugadores de dados en un mundo sin fe.

.