La iniciación al fuego

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Cristina Savall / Barcelona

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Dos niños de tres a cuatro años se pegan al cuerpo de su padre atemorizados por el bombardeo de chispas que lanzan los aprendices de demonios que protagonizan el 'Cercavila dels diables petits', como preludio del gran 'correfoc' de la Mercè, que a su fin también se apodera de la Via Laietana. Otros, al contrario, saltan, corren y disfrutan del olor a pólvora y del caos de las tracas, de los petardos, del humo, de los molinos de fuego y, sobre todo, de los dragones. Lo viven sin miedo, como una experiencia iniciática al mundo adulto en el que deberán ser tan fuertes como esas bestias mitológicas para afrontar el acecho del peligro.

Las sensaciones intensas disparan la adrenalina y el ritmo cardiaco. Vivir con pasión un 'correfoc' es introducirte en el País de Nunca Jamás y luchar contra el capitán Garfio. Es emprender 'El viaje de Chihiro' donde el mejor amigo de la protagonista cobra fuerza cuando se transforma en dragón.

"Debes ser valiente, no tener miedo al fuego pero jamás perderle el respeto". Eso es lo primero que explica Alonso Gil, ex alumno de la escuela Itaca y uno de los fundadores de Diables i Timbalers, cuando un niño quiere ser parte de esta 'colla de correfocs'. A sus 29 años, lleva 23 disparando truenos de fuego. "¿Qué si me he quemado? Cada año, pero esta fiesta me atrae y no solo por el riesgo sino por la unión que hay entre todos los que participamos", cuenta Gil. Enrique Pradas, uno de los maestros de Diables i Timbalers, asegura que esta 'colla' infantil es la más antigua de Catalunya. "Y del mundo", agrega.

Los guardianes del fuego

Los 32 grupos de bestias y diablos que participan en el 'correfoc' infantil son los que en un futuro serán los guardianes, los encargados de mantener viva la llama de esta fiesta del fuego, que nació en 1978 en el cruce entre la calle de Ferran y la Rambla. Ese día un grupo de jóvenes se atrevieron a aproximarse a las bestias de la pirotecnia, siguiendo sus pasos. Desde entonces, los espectadores pasaron a formar parte de un espectáculo participativo, donde hay más personas interactuando en escena que mirando.

Las 'colles' aguardan en la plaza de Antonio López (aún se llama así) de espaldas al puerto. Ensayan los instrumentos de percusión, que hacen retumbar las ventanas del edificio de correos. Los niños y niñas se cubren el cuello con pañuelos. Llevan pantalones largos, sombrero o gorra, calzado flexible, ligero y cerrado. Aunque sea verano se debe evitar la manga corta y las sandalias. Las telas, siempre de algodón o de tejidos ignífugos retardantes de la llama. Algunos se pintan la cara como los guerreros ancestrales. Los padres le acompañan. Las normas indican que los más pequeños siempre deben ir acompañados.

"Los padres deben firmar una autorización. Y tanto ellos como sus hijos deben asistir a un curso de formación", cuenta Núria Esteve es la directora de Els Diables Infantils de Sarrià. Los niños más pequeños de este grupo llevan máscaras de soldador, y los mayores, gafas de piscina o de esquiar para proteger los ojos del humo y de las chispas. A su lado, unos chiquillos se ponen en la cintura una especie de flotador con forma de dragón y con él caminan como su llevaran un caballito de madera.

Banyuts y Cabronets

Los nombres de las entidades son geniales: Barrufafoc, Els Cabronets del Nort, Trini, Banyuts de Nou Barris, Els Piules del Guinardó, Els Trepelles de Sant Antoni y Guspires de Sants, por citar algunos. Xavier Cordomí, director del los actos tradicionales de las Festes de la Mercè, valora que gracias a que en las escuelas se enseña cultura popular cada vez hay más alumnos que se asocian a 'colles' o a aprender bailes tradicionales.

Según él, el 'correfoc' infantil está más enraizado en las fiestas de invierno de Santa Eulàlia. "Es dónde siempre ha tenido un gran protagonismo, pero en la Mercè cada año va a más. El primer año que la convocamos en la Mercè asistieron muchas familias con niños demasiado pequeños. Por eso al año siguiente la suspendimos, pero cuando aprendimos más sobre seguridad volvió al programa", declara Cordomí. 

La normativa es diferente para los más pequeños. La intensitad del trueno es menor o inexistente, y el fuego es frío con chispas que apenas queman. Nunca se debe perseguir a los niños, ni se debe forzar a los que no quieran salir. "Tienen que ser mayores de 6 años y menores de 18. Y todos deben ir a un curso de formación y estar acompañados por un adulto", enumera el director de actos tradicionales.