El retorno del oro de Moscú

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Patricia Castán / Barcelona

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El 2013 implicó un máster acelerado para el sector turístico sobre cómo tratar a ese viajero ruso que crecía a un ritmo trepidante y gastaba más que nadie. Pero la caída del rublo y la crisis de Ucrania hicieron perder más del 60% del turismo ruso en Catalunya y, con la caída, se abandonaron los esfuerzos para mimar a ese segmento de mercado.

El año pasado la situación comenzó a remontar en torno al 4% en Catalunya y este año se está constatando un nuevo crecimiento que ha hecho retomar el interés y los recursos para fidelizar a ese viajero codiciado, en tanto a que suele llegar en familia, ser tranquilo y gastar a manos llenas, especialmente en Barcelona.

El manual de trato con el ruso no es fácil, porque el idioma juega un papel fundamental. Solo los más jóvenes hablan inglés y para muchos la comunicación es un verdadero problema a la hora de moverse en la ciudad. "En un comercio, solo que se les sepa saludar y hacer preguntas básicas en ruso es casi seguro que comprarán, se sienten cómodos y agradecidos", cuenta Irina Gorkova, coordinadora de los cursos de lengua y cultura en la Casa de Rusia de Barcelona.

Esta entidad, que tiende puentes entre Barcelona y Rusia, ha ampliado sus cursos de idiomas dirigidos a la hostelería y el comercio, con opciones que van de los intensivos de dos o tres meses para tener nociones básicas, a los anuales. Asegura esta filóloga que no es una lengua "tan difícil como se dice". Incluso "se puede aprender a leer ruso -aunque no se entienda el vocabulario- a partir de una segunda clase" en la que se ha identificado el abecedario. También cuentan con el club mensual Descubre Rusia, que permite acercarse a su cultura y, por tanto, tener un mejor trato.

De la importancia de esa comunicación dan fe en el Hotel Palace, uno de los favoritos del ruso de alto poder adquisitivo, ya que suelen decantarse por el lujo clásico. Su director, Jaume Donjó, cuenta que el 8% de sus pernoctaciones son clientes de esta nacionalidad, por lo que cuentan con dos personas de habla rusa natal (también hablan catalán y castellano), una en su mostrador de conserjería y otra en relaciones públicas. "El turista ruso suele viajar en familia y reserva habitaciones más grandes o superiores", por lo que tiene un gasto superior a la media. Además, le gusta mostrar su capacidad económica y es un cliente "exigente", añade Donjó.

Que sea serio o directo no quiere decir que sea difícil de satisfacer, detalla Gorkova, conociendo sus prioridades como viajero. Una de ellas, obviamente, son las compras, pero también son forofos de hacer visitas culturales más allá de los típicos iconos. Desde visitar bodegas a fábricas de aceites o museos menos conocidos. Y siempre con traductor o guía, por lo que son grandes consumidores de servicios turísticos en la capital catalana. Una de las razones por las que la Casa de Rusia también ha extendido sus intercambios de estudiantes entre Barcelona y Rusia.

Su pasión compradora, no obstante, no es tan extrema como hace cuatro o cinco años. En el paseo de Gràcia, donde suelen ser recibidos con alfombra roja, han comedido un poco el gasto. Lluís Sans, presidente del eje, ha constatado la recuperación de este cliente. En su establecimiento multimarca, Santa Eulalia, por ejemplo, solían comprar lo más caro por el placer que les producía ese elitismo y ostentación, mientras que ahora su comportamiento "es más parecido al del estadounidense o europeo adinerado" que compran lujo pero "con más mesura".