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De Pakistán al Raval, la ruta de la heroína

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Guillem Sànchez / Barcelona

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La heroína que se vende en los narcopisos del Raval de Barcelona proviene de Pakistán. Se produce en Afganistán -un país que cultiva el 90% del opio que se consume en todo el planeta- pero entra en España escondida en el equipaje de aviones comerciales que despegan desde Islamabad. En suelo catalán esperan la mercancía diversas organizaciones criminales integradas exclusivamente por ciudadanos también de origen paquistaní que residen en Barcelona, según las investigaciones que han llevado a cabo tanto el Cuerpo Nacional de Policía (CNP) como la Guardia Civil.

Estos grupos, como el que recientemente acaban de desarticular en un domicilio de la calle de la Botella y que estaba formado por 11 hombres, son los que venden la heroína a las redes que controlan los narcopisos.

Donde todo se sabe

En Barcelona están empadronados unos 20.000 ciudadanos paquistanís. Proporcionalmente es la ciudad española que acoge más personas procedentes de Pakistán. Muchos de ellos viven en el barrio del Raval y trabajan en establecimientos comerciales. Regentan negocios de telefonía móvil, colmados, peluquerías, carnicerías, restaurantes… Forman un colectivo que, según los cuerpos policiales, se comporta como una estructura estanca. Su hermetismo es parecido al de la población china. "Sí se relacionan mucho entre ellos pero poco con el resto", explica el teniente José Antonio Sobrino, guardia civil especializado en grupos organizados dedicados al narcotráfico en Catalunya. Esto "ni mucho menos" significa que todos ellos estén vinculados con las mafias de la heroína, subrayan fuentes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de CNP. Pero sí significa que los narcotraficantes se enteran de cada vez que uno de sus compatriotas tienen previsto ir a Pakistán para reencontrarse durante las vacaciones con la familia que ha dejado allí. Y lo tantean: "¿Quieres ganarte un dinero extra?" Muchos responden meneando la cabeza. Otros, sin embargo, asienten.  

Utilizar a compatriotas que no tienen antecedentes penales y que viajan a Pakistán durante un periodo vacacional hace que para los policías resulte muy complicado detectarlos. "No es un viaje relámpago de ida y vuelta que levantaría sospechas enseguida", subraya el teniente Sobrino.

Contenedores humanos

Estos viajeros, 'mulas' en el argot policial porque utilizan su cuerpo -o su equipaje- para esconder la droga de los controles aduaneros, ni ingieren la heroína ni se la introducen por orificios corporales -vagina o ano-. Sí lo hacen a menudo las 'mulas' que esconden hachís o incluso cocaína. Pero los vuelos desde Pakistán son demasiado largos para ocultarla en el organismo.

Los 'contenedores humanos' pakistanís son ideales porque son usuarios de aerolíneas que pueden acreditar periodos vacacionales largos y, en consecuencia, que pueden cargar con maletas gigantescas. Ahí está el secreto. Cuando aceptan ser 'contratados' durante sus vacaciones, los traficantes avisan a sus socios en Pakistán, que se encargan de todo. Antes de volver a Barcelona, les facilitan maletas en las que han cosido un doble fondo. Esto es, una tela que oculta una cavidad entre el tejido exterior y el interior. Allí dentro colocan los paquetes de heroína. 

Barcelona no recibe vuelos directos desde Pakistán. Así, las 'mulas' acostumbran a aterrizar en otras ciudades que formen parte de la Unión Europea. Pasan el control aduanero al salir de ese vuelo, que puede haber tomado tierra en países tan lejanos como Holanda o como Noruega, y después cogen un tren hasta la estación de Sants o alquilan un coche y llegan hasta Barcelona conduciendo. Aunque también pueden coger un vuelo hasta El Prat desde la ciudad europea adonde han volado.

La operación económica es muy interesante. En Pakistán un kilogramo de caballo cuesta unos 3.000 euros y en España aumenta su valor hasta los 26.000 euros, según fuentes de la policía española. 

La droga se esparce por el Raval

Los traficantes colombianos se estructuran en organizaciones con forma piramidal. Los paquistanís optan por un modelo similar. Pero no tienen tantos rangos intermedios. El líder ni viste de una forma ostentosa ni exhibe públicamente su poder. "En las grabaciones telefónicas", sin embargo, "siempre queda claro que hay uno que da las órdenes", explica el teniente Sobrino.

Se desconoce con seguridad cuántas organizaciones paquistanís están moviendo la heroína en el Raval. Se tiene constancia de que existen "varios" grupos con capacidad para hacerlo porque tienen los contactos en Pakistán y porque tienen acceso a compatriotas que la transportarán sin levantar sospechas.

En Barcelona, la mercancía cambia de manos y entran en juego otras organizaciones de procedencia distinta, sobre todo dominicanas y rumanas. Con cada cambio de manos, la droga va perdiendo pureza. Todos los intermediarios la cortan para aumentar su margen de beneficio. Según los análisis de Energy Control, la heroína que consumen los toxicómanos del Raval está altamente adulterada.

Narcopisos con droga del día

En el distrito de Ciutat Vella hay unos sesenta domicilios ocupados para traficar. Las organizaciones dejan a cargo de cada narcopiso a un colaborador al que están dispuestos a "sacrificar", subrayan fuentes policiales. Saben que tarde o temprano los Mossos d'Esquadra o la Guardia Urbana irrumpirán en el inmueble. El camello que acepta el trabajo a menudo lo hace porque también él es un adicto. 

La organización se encarga de suministrar a cada narcopiso la droga que necesitará durante la jornada. Una política que minimiza las pérdidas en caso de intervención policial. Otra prevención que toman es la de intentar que todos se pinchen dentro de la casa. De este modo no hay personas que entren y salgan con droga en el bolsillo. 

Así acaba el viaje de la heroína. Cada vez que un heroinómano, por 10 euros, compra una dosis que contiene micras del fruto mortal que crece en Afganistán y que se disuelve en sangre del Raval.  

El Raval sale a la calle contra los narcopisos

<span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;">El Raval se manifestará este sábado 9 de septiembre para exigir medidas contundentes contra la plaga de los narcopisos que sufre el barrio desde hace varios meses. Convoca la movilización la plataforma Veïnat del Raval, creada a finales de julio por vecinos de las calles más afectadas por las viviendas ocupadas que están en manos de traficantes de droga. Estos colectivos son también los mismos que diariamente protestan con caceroladas a las diez de la noche.</span>