"No podemos permitir que el miedo nos encierre en casa"

El dolor y las ofrendas a las víctimas se mezclan en la arteria barcelonesa con el espíritu de salir adelante

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Cristina Savall / Barcelona

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"No tendréis mi odio". "Cualquiera podría haber sido la víctima". Turistas y barceloneses se acercan desde primera hora de la mañana al Pla de l'Os a dejar sus escritos de dolor sobre el mosaico. En ese mural, que Joan Miró dibujó en 1976 en la Rambla para dar la bienvenida a los viajeros que llegan por mar, se detuvo la furgoneta del ataque terrorista tras sembrar la arteria barcelonesa de cadávares, heridos y horror.

Cerca de esta simbólica obra el jueves fallecieron 13 personas y resultaron heridas más de 80. Algunos se sientan alrededor del mosaico a orar, otros no paran de hacer fotos, y muchos se mantienen en silencio, con la cara afligida, leyendo los mensajes escritos en varias lenguas. Les rodean decenas de velas encendidas, ositos de peluche, sombreros y gorras, ramos de flores blancas y rojas...Y dos globos, uno con forma de caballito y otro con la silueta de un tiburón, que llevaban con su inocencia unos niños cuando el yihadismo golpeó el corazón de Barcelona.

Dos globos sobre el mosaico

La fuente de Canaletes, la acera de la Rambla que cruza con Pelai por la que entró la tragedia y los árboles cercanos son otros lugares adonde los ciudadanos llevan velas y floresLa Boqueria y las emblemáticas floristerías permanecían cerradas, al igual que muchos comercios. Los quioscos, al principio, abrieron pero las furgonetas que transportan los diarios no pudieron acceder por motivos de seguridad. Las calles que rodean la Rambla y la plaza de Catalunya estuvieron acordonadas varias horas, mientras la policía revisaba todos los bolsos y mochilas. Había tantos agentes como periodistas de todo el mundo.

Los camareros del Cafè de l'Òpera, justo delante de la obra de Miró, vivieron en primera línea los momentos de pánico sucedidos tras el ataque. "La gente entraba gritando con caras de terror como si les persiguiera una manada de búfalos. Familias, jóvenes y ancianos se escondían en el fondo del local o subían escaleras arriba. Salí a la calle y vi cuerpos tendidos en el suelo y policías corriendo con pistolas. Terrible. Espero no volver a ver algo así", cuenta Raúl Martínez, el encargado de este histórico café.

Mouad el Ouariachi es un joven camarero que lleva 10 años sirviendo en este local. "Enseguida salí a la terraza a quitar macetas, vidrios rotos y mesas tiradas en el suelo para que pudieran entrar las ambulancias. No me quito de la cabeza a un niño de unos siete años que vio cómo moría su padre. Siento un dolor inmenso y, al ser musulmán, también miedo. Siempre me he sentido acogido en esta ciudad, pero ahora temo que me señalen con el dedo", dice preocupado.  

Pese a todo, la arteria barcelonesa, como toda la ciudad, no claudica ante la vesania terrorista. Sonia Domingo, trabajadora de un banco cercano, que ha acudido al Pla de l'Os a depositar una ofrenda a las víctimas, resume el espíritu ciudadano: "Estoy destrozada. Pero no podemos permitir que el miedo nos encierre en casa. Debemos salir a la calle".

Este mismo sentimiento transmite después la fúnebre marcha que recorren miles de personas tras el minuto de silencio, entre la plaza de Catalunya y el mural de Miró, el mismo camino en el que aún hay rastros de las ruedas de la furgoneta del infierno. "No tenim por", clamaban los asistentes como si fueran una sola voz.

Estremecedores aplausos

Al inicio de Canaletes, las palomas, símbolo de la paz, sobrevuelan las pancartas. Durante el homenaje, solo se oye su aleteo. Después, estremecedores aplausos, que aún las perturban más. Nunca se habían visto tantos teléfonos móviles con el botón rojo de grabar accionado en esa céntrica plaza llena de pancartas.

Nawal Ayada Amgarmusulmana, ha querido ir al minuto de silencio cubierta con un 'hiyab' negro. "Todos los catalanes debemos estar juntos en este terrible momento. He venido así vestida porque quiero que se sepa que soy musulmana y que estoy en contra de este atentado y de todos los actos terroristas", señala Ayada.

Imma Sempere cuenta que entre sus amigos hay musulmanes a los que tiene mucho aprecio. "He venido porque me preocupa que se criminalice a personas de bien. El mensaje que debe prevalecer es el de concordia", relata. Luisa Fortes es filóloga nacida en Andalucía. "Soy de izquierdas, hija de republicanos represaliados. He salido a la calle para decir que no tengo miedo, y rendir un sentido homenaje a las víctimas y al sufrimiento que sus muertes conlleva. Más que rabia, siento una emoción inmensa. Estamos unidos", se sincera.

"No en mi nombre"

Hay personas que no pueden evitar las lágrimas al acercase al Pla de l’Os. "Me duele mucho, pero hemos de dar muestras de normalidad. Aquí somos todos una misma persona. Me siento muy acompañado", reconoce Marc Costa. A su lado, una joven norteamericana alza un letrero. "No en mi nombre". El mismo lema de la campaña de los musulmanes contra ISIS, que asume la autoría del atentado, y de tanto dolor. 

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