ESPACIO VECINAL

Sants resucita el centenario edificio de la cooperativa la Lleialtat

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Helena López / Barcelona

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El historiador local Agus Giralt, coordinador del equipamiento, está mentalizado para la pregunta que, seguro, le harán decenas si no cientos de veces a partir del sábado. "Pero... ¿ya está acabado?". Sí, lo está. Pese a las paredes a medio rebozar y las baldosas, algunas hidráulicas, otras más setenteras, en las que se leen las distintas vidas de la Lleialtat Santsenca. Una de las primeras cooperativas de consumo levantadas en uno de los barrios con mayor tradición de autoorganización obrera de la ciudad que reabrirá, a partir de este sábado -coincidiendo con el inicio de la fiesta mayor-, como nuevo equipamiento municipal de gestión comunitaria.

Pese a esa primera -y buscada- impresión de edificio sin terminar, la nueva Lleialtat impresiona, tanto por sus dimensiones -con numerosas aulas, salas de ensayos, dos auditorios y un bar- como por su luminosidad (su nuevo tejado es de cristal). El reto ahora es llenarlo de vida (comunitaria), algo de lo que se encargarán desde la Coordinadora d'Entitats per la Lleialtat Santsenca, de la que forman parte una quincena de entidades del barrio. Lo harán a partir de la firma del convenio de cesión de la gestión del espacio, siguiendo la estela de equipamientos como L'Harmonia, en Sant Andreu, o la Casa Orlandai, en Sarrià. Acuerdo que todavía no se ha rubricado por una cuestión burocrática -el agosto es traicionero-, pero que se hará tras el verano, momento en el que el espacio abrirá sus puertas de forma definitiva (la apertura durante las fiestas será en forma de jornadas de puertas abiertas).

Lugar de referencia

La majestuosa construcción ganada por el vecindario se encuentra en el número 31 de la calle de Olzinelles, entre las Cotxeres de Sants y Can Batlló, justo enfrente del Centre Social de Sants. "La idea es que se lo hagan suyo todos. Tanto el vecino que es más usuario de Cotxeres como el de Can Batlló [son perfiles distintos]", señala Giralt. Quieren ser un nuevo punto de referencia para la vida vecinal, cultural y cooperativa del barrio (los tres ejes sobre los que trabajan).

La realidad del barrio ha cambiado desde que el movimiento asociativo redactó el plan de usos para el espacio, en el 2011. La gran transformación, sin duda, ha sido la recuperación vecinal de Can Batlló, también fruto de una larga lucha, como casi todos los equipamientos en el distrito. "Pero siguen haciendo falta espacios. Sants es un distrito con una gran vida asociativa. Además, está comprobado que el hecho de que se abran espacios ayuda a generar nuevos proyectos", señala Giralt.

"El edificio es solo el comienzo. No queremos que esto se convierta en un hotel de entidades, queremos que sea un espacio transformador, sumar al mucho trabajo cooperativista que se está haciendo en Sants", explicaba ya en noviembre Jordi Falcó,Jordi Falcó, activista del Centre Social, entidad que ha ofrecido siempre a la coordinadora su experiencia negociadora, crucial en el momento en el que había que concretar la gestión del espacio, que ellos siempre tuvieron claro que tenía que ser comunitaria, como ha acabado siendo.

Una de las primeras cosas que quieren hacer cuando el espacio empiece a andar -por eso de que ya las decisiones iniciales se tomen de forma comunitaria- es un concurso para poner nombre a las muchas salas, ahora simplemente numeradas. 

Machín en la memoria

La semilla de la lucha por la recuperación de la memoria cooperativa de Sants en general, y de la Lleialtat Santsenca en particular, se sembró en el año 2009 en La Ciutat Invisible. Allí se empezó a reivindicar el origen cooperativo del edificio de Olzinelles, que hasta el momento en el barrio casi todo el mundo conocía como Bahía, nombre de la sala de fiestas que lo ocupó durante décadas, entre 1948 y 1986, y de la que, según cuentan en el barrio, fue habitual Antonio Machín. 

Una gran fotografía del intérprete de 'Mira que eres linda' presidía la sala, imagen que se convirtió en símbolo del espacio cuando en el verano del 2006 fue okupado de forma temporal por el Espai Allibertat per a la Cultura para denunciar su abandono y reivindicar su reapertura; el mismo colectivo que okupó también de forma simbólica por la misma época el teatro Arnau (espacio también en proceso de recuperación). 

Tras el declive de la cooperativa tras la guerra civil, el edificio se partió en dos y durante años convivieron una fábrica de turrones en los bajos -en el espacio que en la nueva Lleialtat ocupa un pequeño teatro- con la citada sala Bahía, en el lugar del gran teatro de la época cooperativista, que ahora ocupará el auditorio principal.