en la misma finca

Ocupados los pisos del abuelo pistolero y de un policía muerto

Carlos Montañes  finca ocupada

Carlos Montañes finca ocupada / periodico

Guillem Sànchez / Barcelona

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Detrás de la ocupación de una vivienda hay siempre una historia de vida. Pero pocas historias son tan extrañas como las dos que han anidado en un edificio de la carretera de la Bordeta de Barcelona

La casa del abuelo pistolero

Jesús M. A. enterró a su mujer en noviembre del 2016, después de cuidarla sin descanso durante los 11 años que estuvo enferma. Tras fallecer, según cuentan los vecinos, se afeitó la barba y se compró un traje. Al parecer, intentaba rehacer su vida con una mujer más joven, Anna. Entre la tristeza de la viudedad y el intento fallido de renacer, enloqueció. Este anciano de 70 años, que jamás había cometido un solo delito, en febrero del 2017 atracó dos bancosdos farmacias una perfumería en tan solo seis días. Así Jesús, hasta entonces un vecino modélico, se convirtió en el abuelo pistoleroabuelo pistolero. Fue arrestado el 14 de febrero y encarcelado preventivamente. 

Desde la prisión, Jesús le dejó las llaves de su sobreático 1º a Anna, para que le trajera ropa y dinero. Pero pronto la mujer dejó de hacerlo. Actualmente ya ni responde a sus llamadas. Poco después, unos ocupas abrieron la puerta del domicilio de Jesús con las llaves y se quedaron a vivir. En esta casa Jesús y su esposa habían vivido desde 1967. Allí dentro está todo lo que queda de ellos. Entre estas pertenencias ahora vive una mujer con el pelo muy corto que, si responde al timbre, contesta con evasivas: "¿Jesús? Aquí no vive ningún Jesús". El administrador de este contrato de alquiler ha sabido por este diario de la ocupación de la casa del abuelo pistolero, que últimamente además ha enfermado y ha tenido que ser trasladado al hospital, bajo vigilancia. 

El policía suplantado

Al buzón del 3º 3ª, propiedad de Juan Luis Cabezas Bermejo y Rosa Candel Espinosa, siguen llegando cartas con tarjetas de crédito renovadas y resguardos de transacciones bancarias. También hay mensajeros que traen paquetes de El Corte Inglés para ellos y operarios del gas que vienen a renovar el contrato. El problema es que Juan Luis y Rosa fallecieron en enero del 2013, casi a la vez. Enfermaron y ninguno salió del Hospital Clínic. No tenían ni hijos ni amigos. Y desparecieron sin tiempo de preparar su partida. Dejaron demasiadas cosas mal cerradas, empezando por su propia casa.

En octubre del 2016, unos ocupas se colaron también en la casa de este exagente del Cuerpo Nacional de Policía y se quedaron con todo lo que había dentro. Si nadie se lo había llevado antes, 'todo' significa también joyas y documentación… ¿Quién iba a protestar? Los muertos no contratan gas ni compran regalos en el Corte Inglés, pero tampoco van a la comisaría a presentar una denuncia.

Los nuevos inquilinos del 3º 3ª, sospechan los vecinos, no solo viven gratis y se han adueñado de la vida de los dos muertos, también han alquilado una de las habitaciones a Airbnb. Ni la Generalitat, ni Hacienda, ni la policía, ni el ayuntamiento han demostrado ganas de impedírselo.

Esta comunidad de la Bordeta contempla atónita a sus nuevos inquilinos. No pueden denunciarlos porque las propiedades no les pertenecen. Tampoco pueden esperar que lo hagan los verdaderos dueños. Uno languidece en la cárcel por atracar bancos y los otros dos hace cuatro años que se fueron de este mundo sin cerrar con llave. 

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