LOS USOS DEL ESPACIO PÚBLICO

Colau quiere erradicar de la ordenanza las multas por jugar a la pelota

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zentauroepp39440600 barcelona 24 07 2017 barcelona ni os jugando con170725120949 / JORDI COTRINA

Helena López / Barcelona

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La directora del Institut Infància i Adolescència de Barcelona, Maria Truñó, habla de círculo virtuoso. "Cuantos más niños hay jugando en un espacio público, ese espacio es más seguro; y un espacio público seguro invita a que los niños jueguen...", resume. Mensaje que podría sonar a evidencia, pero que dista, y no poco, de la lógica que aún hoy ordena las calles y plazas de la ciudad, en las que son habituales los carteles de "prohibido jugar a la pelota" y en las que es mucho más fácil ver a un niño pegado a un móvil que dando toques a un balón.

"La presencia del cartel podría resultar anecdótica [están, pero pueden ignorarse], pero no lo es. Contribuye a un imaginario en el que se criminaliza el juego, y da alas para quejarse a las personas a las que les molesta. Les anima a hacerlo. Está prohibido", resume Truñó.

No son solo los carteles, aunque estos sean la cara más evidente ya que están en la calle, a la vista de cualquiera, y los hay en casi todos los distritos (pese a que no se sabe cuántos exactamente porque no existe un censo). El capítulo cuarto de la actual ordenanza del civismo se titula "Uso inadecuado del espacio público para juegos", materia a la que dedica cuatro artículos, del 30 al 33, en los que se especifica que jugar al balón puede ser considerado una infracción leve y sancionado con multa de hasta 750 euros, "salvo que el hecho constituya una infracción más grave". Si se da ese caso, la multa puede llegar a los 1.500. 

En el 2015, la Guardia Urbana interpuso 39 multas por jugar a la pelota en el espacio público. En el 2016, 10. 

Y no es el único veto. Según la actual ordenanza de paisaje urbano está también prohibido pintar con una tiza una rayuela en el suelo.

De terrazas, coches y niños

Durante muchos años, y aún hoy, la ciudad ha dado prioridad a los coches y a las terrazas por encima del juego de los niños, pese a ser estar el juego reconocido en la carta de los derechos de la infancia. Una lógica que el actual gobierno pretende revertir, con medidas como la implantación de las supermanzanasupermanzanas (que ha generado rechazo en parte del vecindario) o la modificación de la ordenanza del civismo.

"Hay un principio general de prohibición sobre las plazas y nuestra idea es invertirlo y que haya un principio de tolerancia; que la prohibición sean la excepción y no la regla, que prevalga el principio de tolerancia", apunta el teniente de alcalde Jaume Asens. En la nueva ordenanza que imagina y en la que trabaja -y que le gustaría, si cuenta con los apoyos, aprobar antes de terminar el mandato-, "la actuación de la Guardia Urbana sería siempre el último recurso".

La redacción de esta propuesta -que quieren debatir tras el verano- nace de una mesa en la que se han sentado todas las partes. Representantes de Infància -que reivindican el derecho al juego como cuestión central en las políticas urbanas- y de la Guardia Urbana, que pedía tener recursos para poder actuar en caso de conflicto. "La idea es que la policía pueda sancionar, pero por desobediencia, no por jugar. Que la sanción se base en la desobediencia, si advierten a alguien de que está molestando y no cesa en su actividad, y no en el propio juego", prosigue el edil.

La intención, también, es descentralizar la norma. Que sean los distritos y los barrios los que decidan en cada espacio qué se puede y qué no se puede hacer. "Partir de un principio de tolerancia y que cada territorio decida, ante un conflicto concreto, si introduce alguna limitación", matiza el teniente de alcalde.

Alternativas

"En casos en los que sí hay conflictos de convivencia, que los hay, se han de buscar alternativas. Tras 10 años de ordenanza se ha demostrado que los conflictos no se resuelven con sanciones", prosigue el edil, quien también apunta que "la legitimización de la actuación viene también en función de la capacidad de dar alternativas".  

Un caso conflictivo que el edil conoce bien -fue concejal del distrito- es el de la plaza de Navas, en el Poble Sec. "Para evitar que, sobre todo los chicos más mayores, ocuparan toda la plaza jugando a fútbol se optó por abrir dos patios de escuelas cercanas. Nuestra idea es poder extender esta propuesta y ampliar horarios", relata Asens, quien recuerda que, sobre todo en barrios populares, "el espacio público es la prolongación de la casa de la gente más pobre"

Muchos de estos chicos tienen a sus padres trabajando toda la jornada. Niños que durante el día no tienen a nadie en casa, y por eso están en la calle. Abrir patios de colegio es una forma, además, de generar nuevos espacios públicos para que estos chicos pudieran jugar.

En el Raval se buscó una fórmula parecida pero no para jugar a fútbol, sino a críquet. "Ha funcionado muy bien", señala Truñó. 

Falta de educadores

Uno de los problemas para resolver los casos conflictivos es la falta de educadores de calle. Los expertos coinciden en que, en estos asuntos, es más útil la figura de un educador que la de un policía, pero "en todo el distrito de Sants-Montjuïc solo hay cuatro educadores, y dos están ya en Poble Sec", admite Asens, quien asegura que su deseo es "descargar a la Guardia Urbana de tareas que deberían hacer otra figuras, es evidente que es preferible enviar a los niños a educadores que a policías", reconoce el teniente de alcalde.

En esa misma línea, además de la despenalización, el Institut d'Infància apuesta por extender las "buenas prácticas" que desde hace años se han ido realizando en distintos barrios. "Elaborar una guía y compartir la información con todos los distritos, para que no tengan que inventar la rueda cada vez", resume Truñó. Buenas prácticas como cambiar la pelota de cuero por la de espuma en los comercios del barrio -pelota que después recuperan, por supuesto-, como empezó haciéndose en la plaza del Sol y se extendió a otras plazas de Gràcia.

Juegos tradicionales

Otra "buena práctica" de Gràcia es el fomento de los juegos tradicionales, "pensando en usos del espacio público más compatibles con la coeducación", señala Truñó. "El fútbol es un juego normalmente protagonizado por niños, y muchas veces quien no quiere jugar a fútbol, o no le dejan, se queda en un rincón de la plaza. Tenemos que garantizar el derecho a jugar a pelota, pero también promocionar otros juegos que no sean tan invasivos. Si no intervenimos pasará lo que pasa en la mayoría de patios de colegio, que el 90% del espacio lo usan los niños para jugar a fútbol y el resto se quedan en un rincón. Se impone la fuerza", afirma Truñó.