BARCELONEANDO

Vacaciones con el tatarabuelo

La segunda palabra más buscada en EEUU tras 'sexo' es 'genealogía', dice Mireia Nieto. Ella asesora a quien busca antepasados. Ahora se extiende el turismo genealógico

Mireia Nieto

Mireia Nieto / periodico

ANA SÁNCHEZ / BARCELONA

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Es de las pocas personas que puede asegurar sin titubear que no es hija de Julio Iglesias. Mireia ha rastreado su ascendencia hasta 1600. Lleva seis años completando su árbol genealógico. ¿Para qué? “Investigar tu pasado familiar es una experiencia transformadora”, promete.

Si se teclea “genealogy” en Google, aparecen 141 millones de entradas. En EEUU es la segunda palabra más buscada después de ‘sexo’, asegura Mireia. “Es el segundo 'hobby' después de la jardinería –añade-. Hay convenciones más grandes que el Salón del Cómic y cruceros genealógicos”.

Aquí lo que se empieza a extender en verano es el turismo genealógico. “La gente aprovecha las vacaciones para visitar un archivo, ir a hablar con la familia que está en el pueblo…”. Hay “postureo genealógico”, que dice Mireia. Coleccionistas de apellidos y escudos. “Si hacéis esto para colgarlo en el comedor, os estáis perdiendo todo lo de detrás –advierte-. Esto es muy profundo”. 

Mireia se apellida Nieto. Muy apropiado para una genealogista. Tiene que pararse a calcular su edad: ¿38? Ella puede remontarse hasta 500 años atrás: es el alcance de un test de ADN que se hizo. (Family Tree DNA los realiza por 80 euros). “Soy 95% ibérica, 5% del sur de Europa”, afirma tajante, aunque al mirarla jurarías que desciende de vikingos. Con el test le salieron primos terceros en EEUU. Con su árbol genealógico ha pasado hasta por juicios franquistas. “Conseguí procedimientos sumarísimos –recuerda-. Uno de mi tío bisabuelo: había sido republicano, lo detuvieron y en la cárcel se quitó la vida. En ese expediente aparece la cuchilla”. Aún se le pone la piel de gallina.

EL TRIÁNGULO DE LAS BERMUDAS DE LOS GENEALOGISTAS

Silencio de biblioteca. Mireia rebusca hoy en el Archivo Diocesano entre expedientes matrimoniales del XVIII. Este sería el triángulo de las Bermudas de los genealogistas: a unos metros está el archivo de la catedral y unas calles más abajo, el Archivo Contemporáneo. No es tan efectista como el Delorean de ‘Regreso al futuro’, pero viajas al pasado en el acto sin condensador de fluzo.   

Hoy Mireia está trabajando para una clienta de EEUU cuyos antepasados eran de Catalunya. A eso se dedica: investiga y asesora a quien quiere buscar a sus antepasados. Hace cuatro años que montó Tataranietos. ¿Qué clientes tiene? “Americanos, argentinos, mexicanos. Y tema de herencias intestadas. Hay abogados que se dedican a buscar herederos”. Se suele topar con mucho ‘no’ de entrada, dice. “Se utiliza la táctica ‘se quemó’. Venimos de la dictadura. El 'leitmotiv' de este país es ‘no mires al pasado”.

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Ella la llama “genealogía viva”. Porque “el análisis detallado del árbol genealógico puede ayudar a descubrir razones ocultas de nuestros comportamientos”, apunta. “Muchas cosas de nuestra personalidad no son nuestras. Uno repite lo que ve. Para eso es la familia, para decir: ‘Este es el modelo, lo que esperamos de ti”. De hecho –señala la genealogista-, “hay estudios que dicen que la pareja que eliges se parece a ti genéticamente. Porque buscas lo familiar”.

UNA HERRAMIENTA DE REALIZACIÓN PERSONAL

La genealogía se está convirtiendo en una herramienta de realización personal. “A la gente le parece súper esotérico, como si le dijeras que te ha venido a poseer el espíritu de tu abuelo”, Mireia se encoge de hombros y tira de datos científicos. “Hay estudios de epigenética que dicen que si tu abuela comió mal durante el embarazo, tú puedes tener diabetes”.

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Los traumas se heredan ¡hasta 4 generaciones!, asegura Mireia. “En todas las familias hay un trauma. Hay duelos que no se cierran y acaban moldeando las relaciones familiares”. Es lo que se llama “fidelidad familiar inconsciente”, explica. “Te pasan cosas en tu vida que tú sientes que no las controlas. Reconstruyendo tu historia  familiar puede ser que acabes encontrando el porqué”. Empezando por el nombre.

“Los nombres hay que analizarlos muy bien –apunta la genealogista-.  Suelen esconder contratos de familia: yo te pongo este nombre y espero de ti esto, esto y esto”. ¿Te llamas como un difunto? Eso significa que cuando te ven, no te ven solo a ti. “Ven al que falta y esperan que hagas las cosas que él no pudo llegar a hacer. Es muy de entrañas esto”. ¿Que no quieres llamar a tu hijo como nadie de la familia? “Unos padres le pusieron un nombre ruso a su hija –recuerda Mireia-. Lo tradujeron y significaba ‘mar’. Mar era la abuela”.