BARCELONEANDO

No me llamo Apu y esto no es un 'badulaque'

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Suelen estar con el móvil. Algunos, también con auriculares. Hay quien incluso tiene una pequeña televisión por satélite que le permite mirar sus canales de toda la vida. Sentados, con su camisa clara, su pelo oscuro, sus pantalones largos, su pequeño ventilador, sus dientes blancos. Este diario ya les contó en febrero que en Barcelona hay <strong>más de 1.000 colmados</strong> regentados por inmigrantes. Casi siempre pakistanís. Tienen de todo y se conocen la tienda como la palma de su mano. Han cambiado el consumo de barrio. Han quebrado recelos y han salvado muchos domingos. 

En un colmado de Numancia trabaja Mudasir, un hombre que lleva ocho años en Barcelona y que ha tenido varios empleos. Aunque sin suerte, dice, "por culpa del idioma". Se defiende a duras penas con el castellano, pero no le ha bastado. Estuvo en un restaurante cerca de la plaza de Espanya, pero no se entendía con la propietaria. “En tienda más fácil porque dueño de Pakistán como yo y no hay problema comunicación. Si hacen falta Chupa Chups -los señala con el dedo, junto a los chicles-, ya sé cómo tengo que pedir”. Aquí tienen abierto de 9.30 horas hasta pasada la medianoche, como es habitual en este tipo de negocios. “Pero no estoy yo siempre, hay dos más”.

AL SALIR DE TRABAJAR

A mediodía la cosa está tranquila en este comercio situado en el antiguo campo del Barça de Les Corts. Cuenta Mudasir que la caja se anima a partir de las siete de la tarde, cuando la gente viene a "comprar antes de ir a casa". Y los fines de semana, cuando pasan por pan e imprevistos para la comida con los suegros, sobre todo helados para el postre y algún vino. El turista es imprevisible: pasa a cualquier hora, aunque si es joven, al anochecer viene a cargar alcohol. 

En Bailèn funciona las 24 horas del día el supermercado Bhutto, donde atenderá, gentil, Dani, también de Pakistán. Al preguntarle por el nombre, no vaya a ser que sea un mote, dice que no, que en su país también hay 'danis'. También lleva ocho años en la capital catalana y siempre ha despachado en el mismo comercio. Trabaja todos los días de la semana de ocho de la mañana a ocho de la tarde. Y ante la mirada de asombro del receptor, matiza que si quiere "un día de fiesta", se lo dan. Detallazo. 

Dice que para él esto no es un colmado. Ni un 'paki', una palabra que no le gusta demasiado. Él lo llama "tienda". Tampoco es un 'badulaque', un término sin significado en su idioma y que jamás había escuchado, a pesar de ser muy popular en estos lares. Ni Dani ni Mudasir saben quién es Apu, el personaje de Los Simpson, ese hombre de apellido imposible (Nahasapeemapetilon) que regenta el Kwik-E-Mart de Springfield. 'Badulaque' fue la palabra que los traductores de la serie eligieron para referirse al comercio de este individuo de fino bigotito, chaqueta verde y pantalón blanco. Pero nada tiene que ver con el comercio o con Pakistán. La palabra 'badulaque' alcanzó cierta fama a finales del siglo XIX de la mano de autores como Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Vicente Blasco Ibáñez y Ramón María del Valle-Inclán. Una de sus acepciones hace referencia al "afeite compuesto de varios ingredientes", y quizás por eso, porque en estas tiendas también hay un poco de todo, se optó por este concepto.

GENTE DE CONFIANZA

En la calle de Bertran, en Sant Gervasi, uno de estos colmados abrió las puertas hace algo más de cinco años. En esta zona sin apuros de Barcelona, el desembarco de este tipo de negocios fue testimoniado con cierto recelo por parte del vecindario. Cristina, una joven abogada, no lo esconde porque ahora ha cambiado radicalmente de opinión. “Me dio un poco de rabia porque ahí antes había una tienda de regalos muy bonita y la cambiaron por este ‘badulaque’. Pero tengo que admitir que son muy amables, que te sacan de muchos apuros”. Ahora hay gente del barrio que si tiene que recibir un paquete y no hay nadie en casa, pide que lo dejen en el colmado, donde se lo guardan sin problema. "Claro que son de confianza", sostiene Cristina, vecina del Putxet. 

En Barcelona residen casi 20.000 pakistanís. Una tercera parte están censados en Ciutat Vella, donde han creado su propia comunidad. Mudasir cuenta que tiene amigos en el taxi y repartiendo butano. ¿Por qué hay profesiones en las que siempre hay un compatriota suyo? "Es sobre todo por confianza y porque son trabajos de muchas horas. Estamos acostumbrados".