BARCELONEANDO

El esquivo dueño de la casa Felip

Poco se sabe de quién encargó la fantástica finca modernista de la calle de Ausiàs Marc

Deetalle de la escalera de la casa Felip que abrirá puertas al público todos los viernes previa reserva.

Deetalle de la escalera de la casa Felip que abrirá puertas al público todos los viernes previa reserva. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Llueve. Y a una la mandan por la escalera de servicio. El agua no es buena para la alfombra, impoluta y de color claro, que cubre el mármol de Carrara de las escaleras. Ni para la barandilla de forja salida del taller de Manuel Ballarín. El mismo que hizo lo propio en el Palau Macaya, el Baro de Quadras y la casa Amatller, por citar algunos. Y a saber qué pasaría, de mojarse, con los fantásticos esgrafiados dorados de Joan Paradís que cubren las paredes de acceso. No hay problema. La cabina del ascensor es de madera de nogal. Ya se sabe, las escaleras de servicio de las casas burguesas de antaño no tienen nada que envidiar a las buenas entradas contemporáneas. Es ejemplo de ello la casa Felip (Ausiàs Marc, 20), uno de los edificios modernistas que se encuentran en una de las mejores zonas para buscarlos: en la derecha del Eixample. En lo que se conoció como 'la zona de oro textil'. 

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Allí vivió Manel Felip, el que dio nombre a la casa pero del que poco se sabe, más allá de que fue su comitente, también del edificio vecino, y que ambas fueron encargadas al arquitecto Telmo Fernández i Janot. Se dedicaba al textil, se supone. A la pana, en concreto. Prueba de ello serían las poco usuales pero fantásticas pinturas de escenas versallescas ejecutadas sobre pana que cubren uno de los salones de la casa: el de recibir. Y como toda parte destinada a mostrar a las visitas, es la más ostentosa de los 400 metros que ocupa el piso: columnas de mármol trabajadas, suelos de marquetería y paredes y techos forrados de madera ricamente trabajada al estilo francés. Rococó. Sí, el modernismo tenía eso, que era ecléctico y lo mismo admitía los historicismos que inventaba ondulaciones naturales.  

EMPRESARIO TEXTIL E INDIANO

También parece ser que Felip hizo la fortuna en América, vamos, que era un indiano. Hay algún rastro documental sobre ello pero también alguna prueba iconográfica: los girasoles. Todos los techos los tienen representados, también la mirilla de la puerta principal, espectacular, por cierto. La planta tanto vale para evocar a América como para subrayar un sentido religioso. Y que Felip era de misa diaria es otra de las pocas cosas que se saben sobre el rico burgués. La casa tiene oratorio, de estilo neogótico y con dos inmensos sillones, firmados por Joan Busquets, uno de los grandes de la ebanistería modernista, con grifos, o cualquiera de sus parientes mitológicos, como reposabrazos. Y en ella se oficiaba para vecinos y amigos. 

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La capilla divide la casa entre los salones de recibir, los ostentosos, y los familiares, espectaculares también pero sin tantos fastos. En este lado no manda el mármol, sino la madera. Y la lista de artistas que participaron en su decoración es de infarto. No en vano, la casa destaca por la espectacularidad de sus artes aplicadas. Así que no es de extrañar que cuando se abre la puerta del comedor, la exclamación que más sueltan los visitantes se un "Ooooh" de asombro. Se lo vale. Diez metros de vidriera presiden la estancia. Lleva la firma de Antoni Bordalba, el mismo que construyó las del Cercle del Liceu y el techo luminoso de la casa Viuda de Baixeres, una maravilla sita en Gran Via, entre Balmes y Rambla Catalunya, de la que nada quedó tras el bombardeo de la aviación italiana en marzo del 38. La chimenea con una talla de madera de Lambert Escaler al estilo de las mujeres que hacía Alphons Mucha es otra de las joyas del comedor. Pero hay más. Ahí está el suelo. Mosaico italiano con teselas de mármol, vidrio dorado y pasta vítrea. Salió del arte de Lluís Bru, que también dejó su impronta en la casa Lleó Morera, el Palau de la Música y el Hospital de Sant Pau. Ahí es nada. 

SEDE DE LA CASA VILA CASAS

La casa Felip es privada. A la muerte de su esposa, Elvira Pérez Capdevila, en 1936, la propiedad pasó a las sobrinas de la finada. Estás la dejaron a los Salesianos del Tibidabo. Y se vendió. Por ahí han pasado la empresa textil Noguera y Vintró y el Círculo Condal. Pero desde 1997 tiene la sede la Fundació Vila Casas. Desde el 2014 abre sus puertas al público de vez en cuando. Ahora lo hará semanalmente a través de Cases Singulars, un proyecto que acerca el patrimonio privado al público a través de visitas muy personales. En la casa Felip se recibirá cada viernes, previa reserva.