'Welcome to hotel Barcelona'

'Hotel California' en versión de los Gipsy Kings es imprescindible en bolos como el de Jonatan Jiménez para 220 empleados de un banco de Malasia

Rumba. Arrels de Gràcia

Rumba. Arrels de Gràcia / periodico

NANDO CRUZ / BARCELONA

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Los cocineros del lujoso Xalet de Montjuïc andan muy ajetreados. Un batallón de 220 empleados del banco de Malasia UOB esperan la cena en el suntuoso comedor giratorio con vistas sobre Barcelona. En un vestuario encharcado por la lluvia, cuatro gitanos rumberos se enfundan pantalones y chaquetas negras. Son Jonatan Jiménez (cantante del grupo Arrels de Gràcia), su primo Ramon, su hermano Samuel y su cuñado Ezequiel. En el vestuario anexo, Isabel y Sara, se ajustan sus flamencos uniformes de bailaoras. Están heladitas de frío y han recibido una mala noticia: el escenario tiene moqueta y no podrán zapatear.

Esta noche hay tantos comensales que el comedor giratorio no girará. La sorpresa para los empleados de banca será otra. Tal como aparezcan los primeros platos de 'penne', Jonatan y su familia entrarán en escena tocando una versión rumbera de 'Sabor a ti'. Varios malasios cenan con la bufanda del Barça al cuello. Alguno suelta al primer olé (en este tipo de eventos es importante soltar muchos olés). También es importante bailar entre las mesas. "El jefe del banco es el hombre del pelo blanco, así que la primera mesa a la que hay que ir a bailar es la suya", informa a los músicos la responsable madrileña del evento.

EL MENÚ DE SIEMPRE

Jonatan y su familia se ajustan al repertorio estándar de rumba de congresos: 'La noche del hawaiano' y 'Una lágrima', de Peret, y 'Sarandonga', de El Pescaílla, de entrantes. Para que Jonatan se hidrate la voz, tocarán el instrumental 'Entre dos aguas', de Paco de Lucía. Y, por supuesto, no falta la trilogía gipsykinguera con 'Djobí, djobá', 'Volare' y 'Bamboleo'. El público no está muy por la labor, la verdad. Y no es que los malasios sean sosos, sino que la rumba no entra bien si estás cenando. Muchos se levantan, pero para ir al baño. Alguno alza los brazos, pero es para pedir más vino tinto. Hay un tipo en la mesa más cerca del escenario que aplaude mucho y sin soltar el cuchillo. Ese sí está entusiasmado.

Las bailarinas improvisan una pequeña clase de palmas y contrapalmas que los comensales repiten con poca gracia. Sara agarra del pescuezo al fan del cuchillo y lo saca a bailar. El público conecta por fin con el espectáculo. Un concierto de rumba catalana en Barcelona puede ser inolvidable, pero aún más inolvidable es ver a un compañero de trabajo haciendo el canelo.

¡Peligro! El jefe del pelo blanco tiene un antojo: quiere que la banda cante 'Bésame mucho'. Se lo susurra al responsable malasio del viaje, que se lo pide al enlace barcelonés, que se lo ruega a Jonatan. Esa canción no es de Gipsy Kings. Tampoco es una rumba. No van a poder complacer al banquero.

'SACHALOFLIPLÉIS'

Llega el momento clave de la velada: hay que tocar 'Hotel California'. Cada vez que un gitano de Gràcia interpreta la versión rumbera que Gipsy Kings perpetró del clásico de los Eagles, la Unesco resta tres gallifantes a la candidatura de la rumba catalana para ser declarada patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad. Jonatan aborda el estribillo en inglés: "Welcome to Hotel California, sachalofliplés". Su hermano se lo ha advertido antes: no se lo sabe. Y en el coro suelta algo así como: "Sachalondiféin". En el segundo estribillo se podría corregir, pero sale igual o peor. A Jonatan se le escapa la risa, pero logra controlarla.

Los comensales malasios no presentarán ninguna queja. Están ocupados con la carne y el pescado. De hecho, hace rato que el capitán de la expedición pregunta cuándo acabará el pase. No llevan ni 40 minutos y el cuadro rumbero ya se despide con 'Caramelos', de Los Amaya. Las bailarinas montan una conga a la que se apuntan diez malasios. Y tal como han llegado, los rumberos enfilan escalera arriba y se esfuman. El público continúa cenando. Nadie aplaude.