INFRESTRUCTURA SUBTERRÁNEA

El búnker eléctrico

Bajo un descampado de Les Corts se esconde la última subestación de Barcelona equipada con tecnología punta

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DAVID GARCÍA MATEU / BARCELONA

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Casco, botas y chaleco ignífugo. Un solar situado cerca del Camp Nou, en la Zona Universitaria, esconde en su vientre la última tecnología eléctrica. Solo una sencilla construcción superficial da acceso a las escaleras que descienden a 16 metros de profundidad. Bueno, se puede bajar por los peldaños o por una trampilla de hormigón por donde descuelgan hasta camiones. ‘Facultats’, nombre con el que Endesa ha bautizado a la última subestación eléctrica de Barcelona, es un auténtico búnker de electrones, protones, tecnología y seguridad.

CENTRAL SIN PERSONAL

Todo está absolutamente controlado, a pesar de no tener trabajador alguno en las catacumbas. La planta se gestiona a distancia. Una suerte de magia de monitorización virtual. En una de sus enormes y grises salas destaca el brillo blanquecino de una pantalla de ordenador. “Desde ahí se puede observar el estado de toda la planta”, apunta uno de los responsables de la compañía. Unas 20 pulgadas de monitor son suficientes para vigilar al monstruo. Observado por decenas de cámaras de video-vigilancia, térmicas y de infrarrojos. Son los ojos del centro de control de Endesa.

Si bien en el 2007 se pusieron a trabajar las piquetas, su puesta en marcha tuvo que esperar hasta hace cerca de un año. ¿Cuánto dinero ha costado cortar la cinta de la inauguración? 8,3 millones de euros. Presupuesto que tampoco le da el aire 'hollywoodiense' que uno podría imaginar en ese espacio. La infraestructura reluce más bien por su minimalismo. En 7.500 metros cuadrados se distribuyen enormes salas con unos pocos armarios eléctricos. Celdas que contienen menos botones que el mando de un televisor. Se toque donde se toque, tampoco hay peligro de freírse. Está todo perfectamente aislado. Incluso la pintura está elegida a propósito.

En el remoto caso de chispazo, la subestación cuenta con un sistema puntero de extinción de incendios. Por sus paredes se entrelazan tuberías cargadas de agua y nitrógeno, preparadas para soltar una espesa capa de niebla hasta ahogar a cualquier llama. No parece haberse escatimado ningún gasto. “Incluso se mide la temperatura del aire por vía de unos pequeños ventiladores, por si el calor aumenta repentinamente”, señalan los técnicos.

ELECTRICIDAD ASEGURADA

La nueva subestación se trata del último nudo de la malla eléctrica de Barcelona. A Facultats hay enchufados, hoy por hoy, unos 3.300 abonados de los distritos de Les Corts y Sants-Montjuïc. Incluso El Corte Inglés ilumina sus pasillos con la electricidad de la máquina. De todas formas, se puede decir que el corazón eléctrico bombea voltios como si todavía dormitara. Por si solo es capaz de abastecer a 49.000 usuarios.

Su transformador todavía se tiene que poner en marcha, cual regalo de Navidad. El ‘click’ se le dará a finales de mes o pasado reyes. Su encendido será en solitario, ya que en la actualidad la planta solo cuenta con uno de los cuatro transformadores que puede llegar a albergar bajo tierra. Aparatos que, una vez arriados desde la trampilla, se desplazan hasta su cubículo por unos raíles que hacen recordar a los que utilizaban las vagonetas en las minas. Aunque en este caso, la mina de electrones no tiene nada que ver con lo que uno pueda imaginar.