Bebés en la discoteca

La 'disc jockey' Cristina Antón se transforma en DJ Mom y pincha para padres e hijos en Luz de Gas

BARCELONEANDO LUZ DE GAS PARTY FAMILY

BARCELONEANDO LUZ DE GAS PARTY FAMILY / periodico

MAURICIO BERNAL

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A los animales nocturnos acostumbrados a frecuentar Luz de Gas, a los que se quedan en la pista hasta última hora, a los que protagonizan escenas penosas de fin de fiesta –a los, en fin, irreductibles golfos–, les resultará chocante saber que el domingo en los baños del local había instalados cambiadores para bebés, y que en ese lugar, junto a los inodoros y frente al espejo, donde pocas horas antes se cocinaban nocturnidades –sórdidas o no tanto– había madres haciendo algo tan poco noctívago como limpiar la caca de sus críos. Que había niños pidiendo bebidas en la barra, algunos acodados con estilo, como los grandes bebedores, y que la pista, sí, era un hervidero, como de costumbre, pero no de noctámbulos bailando en torno a un fuego imaginario, o no solo, sino de niños que correteaban entre las piernas de sus padres y de madres que bailaban con el portabebés –y el bebé– enredado al cuerpo. Llegados a este punto, a los miembros de la raza de trasnochadores les resultará menos extraño saber que la mujer detrás de la mezcladora de sonidos respondía al entrañable nombre de DJ Mom.

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DJ Mom no fue siempre DJ Mom. Solía ser simplemente Cristina Antón, una 'disc jockey' que había empezado pinchando en el Pipa Club y que se ganaba la vida animando veladas en los grandes hoteles de la ciudad. “Pinché jazz en todos los cinco estrellas de Barcelona”, dice. Hasta que se quedó embarazada. O hasta que tuvo a su hijo, mejor. “Fue un cambio de vida muy radical para mí, mucho, de trabajar en Barcelona, en Ibiza, en Madrid, en Formentera, a de repente quedarme encerrada en casa. Me vi –resume– atrapada en la maternidad”. Las actividades infantiles a las que empezó a llevar al niño le resultaban aburridas –es una madre sincera–, y así, inevitablemente, empezó a fantasear con algo que le permitiera aunar; algo para los dos. Ya debía de estar, ese algo, en algún punto avanzado de maduración, cuando una tarde, en Ibiza, de vacaciones, Cristina presenció la siguiente escena: “Eran unos padres que volvían al hotel con sus hijos pequeños. Unos padres claramente abatidos porque tendrían que pasarse la noche en el hotel, cuando se les veía que lo que les pedía el cuerpo era salir de marcha. Estaban en Ibiza, al fin y al cabo”.

QUE LLAMEN A LA POLICÍA

De esa imagen a esto. Cristina, ahora DJ Mom, reina en la mesa de mezclas mientras abajo el baile pasa por momentos de clímax. Los niños acodados en la barra han bajado a la pista con sus bebidas, y la ilusión óptica es notable porque realmente, realmente parece que tuvieran un cóctel en la mano. ¡Policía, hay niños bebiendo alcohol! Y no. La Piña Colada es zumo de piña y coco, y el Pantera Rosa, que piden todos, incluye leche en la mezcla. Pero tienen, eso sí, ese colorido, ese aire nocturno. Algunos se acercan a la 'disc jockey' con peticiones que rayan en la monotonía, o en la obsesión: Justin Bieber aquí, Justin Bieber allá. “Mira que yo intento no ponerlo, pero es que me lo piden todo el tiempo”. Habrá mago en un momento dado, y en otro momento, Lucrecia; es una fiesta exótica. ¿Extraña a estas alturas saber que la segunda planta ha sido habilitada como zona de lactancia? Un reservado, literalmente, para mamar. Hay un 'photocall' en una esquina de la pista y al lado una zona de maquillaje, donde los niños hacen cola para asaltar la fiesta como un niño entiende que se debe asaltar la fiesta: caracterizado. De pirata, de gatita, de mosquetero. Y sujetando un Pantera Rosa con la mano. Con estilo.

“Es lo que yo quería, una fiesta para todos”, dice la organizadora, que hace tres años, fruto de sus inquietudes, creó esto, el Party Family. Se supone que el sujeto padre o la sujeto madre que por los imperativos de su paternidad –maternidad– habían renunciado a ciertos placeres, los asociados con la noche, sobre todo, los vuelven a hallar aquí, o a medio hallar, y que de algún modo se curan la nostalgia. “Y a mí me permite conciliar mi trabajo con mi vida personal, poder traerme mi hijo al trabajo, que era también lo que quería”, explica la 'disc jockey'. ¿No es la imagen de la conciliación que haya en el guardarropa una zona para carritos de bebé?