Una historia desconocida del modernismo catalán

La quimera perdida de Puig i Cadafalch

Una torre de vigía coronó durante años la Casa Pilar Moragues de Viladecans, perla olvidada del modernismo

La Casa Pilar Moragues de Viladecans, en una fecha sin determinar, tal vez los años 20, con la torre de vigía aún intacta.

La Casa Pilar Moragues de Viladecans, en una fecha sin determinar, tal vez los años 20, con la torre de vigía aún intacta.

Carles Cols

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De Luis II de Baviera se ha escrito que nació en un lugar y en un tiempo equivocados, que el rey Loco (así le llamaban, y basta tener en cuenta para ello que se pagó de su bolsillo nada menos que el castillo de Neuschwanstein, la postal alemana por excelencia) hubiera sido feliz en la Barcelona del modernismo, con su atrevida aunque a veces desquiciada arquitectura. De Wagner, el compositor preferido por Luis II, se afirma que su música es mejor que cómo suena. Del modernismo a veces se puede decir lo mismo. Y para muestra, un botón desconocido. La mansión que Josep Puig i Cadafalch construyó junto a las playas de Viladecans y que hasta el año 2008 no se supo que era una obra olvidada del padre de la Casa de les Punxes estuvo coronada en sus primeros años de existencia, dato hasta esta semana ignorado, con una torre de vigía, tal cual como si el edificio al completo fuera un galeón pirata embarrancado en la orilla. Es lo que tenía el modernismo, que era descarado.

De lo que aquí se trata es de la llamada Casa de Pilar Moragues, una finca que quedó engullida durante más de 40 años dentro del ya extinto cámping el Toro Bravo. Fue un proceso traumático para aquella pequeña joya arquitectónica, porque fue objeto de diversas obras de modificación, hasta el punto de que la firma de su autor cayó en el olvido. El pasado lunes, EL PERIÓDICO relató cómo aquel cámping ha renacido como un laboratorio natural de recuperación de especies amenazadas y cómo desde el 2008 se ha devuelto a la Casa de Pilar Moragues su arquitectura original, pero sin el mástil y sin la torre de vigía, sencillamente porque nadie creyó que aquel dibujo realizado a mano alzada por Puig i Cadafalch en 1916 y que fue localizado hace solo seis años fuera ejecutado tal cual. Pues así fue en realidad.

Los años 20

Pilar y Elena, bisniestas de aquella Pilar Moragues que enviudó joven  y rica y que se hizo construir una casa junto a las entonces salvajes playas de Viladecans en 1917, vieron publicadas con emoción las imágenes de aquella finca en la que de pequeñas pasaron no pocas vacaciones y, la mayor de ella, se animó a buscar en el baúl de los recuerdos las fotografías que heredó de la familia. El periodismo a veces tiene esto. Es como ir a por setas. Cuando encuentras la primera, a menudo hay otra cerca. Así que Pilar Jiménez, la mayor de las bisnietas, rescató una fotografía sin fecha, tal vez de los años 20 porque estaba junto a otras de la bisabuela aún joven, y ahí estaba el mástil que se daba por simplemente soñado, con su marinera torre de vigía, un gracioso exceso más del modernismo.

"Cuando yo era pequeña e iba a la casa, esa torre ya no estaba ahí. Me contaron que la habían quitado por petición del aeropuerto de El Prat", explica Pilar. Las casas son así. Cambian. El sótano, donde Puig i Cadafalch recurrió a la clásica 'volta catalana' para sustentar el techo, fue en los primeros años de la mansión la carbonera. Así lo recuerda también Pilar, que tenía prohibido bajar. Años después, aquello se reconvirtió en bodega.

Para Alícia Dotor y Belén Onecha, autoras de la restauración de la finca, la fotografía del aspecto original de la casa ha sido todo un sorpresón, como lo fue también redescubrir la genialidad de Puig i Cadafalch a través de las técnicas que utilizó en ese proyecto, ejecutado pocos meses antes de que asumiera la presidencia de la Mancomunitat de Catalunya, porque el autor del Palau Macaya, la Casa de les Punxes, la Casa Amatller y la Fábrica Casaramona tenía eso, que era un hombre tan sabio como polifacético. En la Casa Pilar Moragues el presupuesto no fue espléndido comparado con esas otras obras, pero sí la imaginación ahí volcada. Dotor y Onecha expresan su admiración por los arcos conopiales de la planta baja y "la complejidad de la cubierta, que resolvió de una tacada y de forma muy bella con una estructura que sirve a la par para la primera planta y para la buhardilla". Por fuera, el edificio hasta parece sobrio para ser una obra del modernismo. Por dentro, sin embargo, se aprecia perfectamente ese desparpajo de los mayores exponentes de esa corriente artística a la hora de no poner límites a la experimentación arquitectónica.

Con todo, las dos responsables de la restauración de la finca no dejan de lamentar la poca excitación que causó en el 2008 el descubrimiento de esta obra traspapelada de Puig i Cadafalch, algo que prácticamente seguro ni siquiera corregirá la guinda final que ha aportado la bisnieta de Pilar Moragues al rebuscar en el cajón de las fotografías. Para Dotor y Onecha, no ayuda el hecho de que la mansión no sea visitable. Efectivamente, está en mitad de un recinto natural en el que las visitas están muy restringidas. Pero también destacan que Puig i Cadafalch ha quedado siempre ensombrecido por los dos más populares superhéroes del modernismo, Lluís Domènech i Montaner y, por supuesto, el hombre que no conocía lo imposible, 'Supergaudi'. Es además, según se mire, algo injusto, pues Puig i Cadafalch era, además, un patriota, un valor en alza en los tiempos que corren. Antoni Gaudí terminó sus días como un místico.

Puede, no obstante, que haya un elemento más que juegue en contra del encanto de la Casa Pilar Moragues: su desubicación. En mitad de un bosque pierde la fuerza del plus 'torracollons' con el que fueron levantadas algunas de las mejoras del modernismo del Eixample barcelonés.  Había en edificios troglodíticos como la Pedrera o en la acastillada Casa de les Punxes una cierta voluntad de pervertir la cuadrícula que impuso Ildefons Cerdà. La leyenda cuenta que Puig i Cadafalch, un hombre culto pero difícil, solía comprar todos los libros de Cerdà solo para después destruirlos y entorpecer su difusión. Quién sabe, si fuera en el Eixample, un casa con torre de vigía sería hoy una atracción turística indispensable. Quién sabe...