EL FUTURO DE UNA FINCA SIMBÓLICA DE LA ZONA ALTA

Los huesos de la Rotonda

Futuro 8Imagen virtual del futuro edificio de la Rotonda, obra del arquitecto Alfredo Arribas.

Futuro 8Imagen virtual del futuro edificio de la Rotonda, obra del arquitecto Alfredo Arribas.

C. MÁRQUEZ / E. PÉREZ. DE ROZAS
BARCELONA

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La lona no invitaba a pensar que la cosa fuera tan deprisa. Hubo quien incluso dudó de que dentro se estuviera realizando trabajo alguno. Se escuchaba un trajín lejano, algún que otro camión que entraba vacío y salía repleto de piedras, obreros que asomaban al barrio con sus ropajes azules polvorientos. La Rotonda, el edificio que fue emblema de la ciudad jardín de la avenida del Tibidabo, se ha quitado el velo. Debajo ha brotado un solar; un inmenso solar. Tal y como requiere el proyecto capitaneado por el arquitecto Alfredo Arribas, se han derribado las partes añadidas a la finca original, todo lo que Enric Sagnier y después su hijo dibujaron a finales de los años 20 y 30, así como los pisos superiores que en los 70 sumaron más metros cuadrados cuando el hotel se convirtió en hospital de enfermos terminales.

Núñez y Navarro compró la finca en 1999. La familia Andreu, heredera del legado del doctor Salvador Andreu, el de las pastillas para la tos, se embolsó entonces 2.500 millones de pesetas. Funcionó como centro sanitario hasta el 2006, cuando bajó la persiana ya muy deteriorado. Desde entonces, y hasta hace año y medio, fue un cadáver de cemento sobre el que los turistas que esperaban el Tramvia Blau clavaban la mirada sin distinguir explicación alguna. La Rotonda siempre fue un lugar que llamó más la atención de los ciudadanos que la de sus propios dueños.

Trabajo quirúrgico

Fue en julio del 2011 cuando se avistaron los primeros operarios. Se empezó eliminando uno de los elementos más reconocibles y a la vez más invasivos: la marquesina blanca que perfilaba el inicio de la avenida, otrora terraza en la que se celebraban bodas, bautizos y comuniones. Desde ese momento, y hasta los trabajos de derribo, que empezaron el pasado mes de noviembre, la agenda exigía una obra de orfebrería. Para demoler las partes no auténticas fue necesario apuntalar la fachada de Adolf Ruiz Casamitjana, sobre todo el templete que la corona, símbolo del edificio, sobre el que se aposentaron vigas de hierro que llegaron incluso a taladrar el mosaico sin prestar demasiada atención al valor artístico y sentimental de la cúpula.

Arribas explicaba ayer a este diario que el proyecto tiene dos partes muy diferenciadas. «Por un lado está la supresión de todo aquello que sobra y la construcción de la nueva ala, y por el otro, quizá lo más importante y delicado, la restauración de todos los elementos originales». Para evitar desplazamientos de la estructura, se ha echado mano de una tecnología que recuerda lo que en su día se usó para asegurar que la Sagrada Família no se tambaleara por culpa del paso del túnel del AVE por Provença. Por suerte, los sensores no han detectado corrimiento alguno, así que las máquinas ya se están empleando en la construcción del aparcamiento de cinco plantas.

Mientras el edificio moderno va cobrando forma, todos los elementos protegidos pasarán una ITV que en muchos casos obligará a una intensa rehabilitación. Del mismo modo, los esgrafiados de la fachada, ahora casi imperceptibes, deberán ser restaurados para que recobren su aspecto original. Toda la obra se realiza bajo la atenta mirada de los técnicos municipales, así como de los miembros de la plataforma Salvem la Rotonda, indignados por la destrucción de la obra de Sagnier y porque, defienden, la volumetría final de la finca supera de largo el máximo legal permitido.

El cine, a otro ritmo

A un ritmo mucho más pausado avanza el cine con 11 salas que Balañá lleva casi tres años construyendo a escasos 350 metros, en la esquina de Balmes con Castanyer. Debía estar listo para primeros del 2012. Un operario decía ayer que estará acabado a finales de este año. No apuesten hasta que no les llegue el olor de las palomitas.