Medio siglo de un equipamiento cultural (y 2)

Lo que el Picasso se llevó

Local de ultramarinos al mayor y al detalle, en Montcada.

Local de ultramarinos al mayor y al detalle, en Montcada.

CRISTINA SAVALL
BARCELONA

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El Museu Picasso, que el próximo 9 de marzo celebrará su medio siglo de vida en la calle de Montcada, pertenece a la Ribera, barrio que ha sido testigo de los trascendentes cambios sociales y demográficos que ha vivido el centro de Barcelona.

La inauguración del centro cultural en 1963 marcó el futuro de un arrabal obrero, de paredes grises, lleno de almacenes y de tiendas con rótulos de neón, hacia un lugar de gran influencia turística que en los años 90 se llenó de galerías de arte, la mayoría ya cerradas.

El gran cambio del comercio y de la vida cotidiana de la zona lo propició el cierre del Born en agosto de 1971 que, desde 1876, había sido el gran mercado central de la capital catalana, un singular edificio construido con estructura de hierro por Josep Fontserè Mestre. A partir de septiembre, este espacio acogerá el Born Centre Cultural, un centro dedicado a la convulsa Barcelona de 1714, donde se exhibirán los restos arqueológicos aparecidos en el subsuelo de la vieja lonja.

DENSIDAD URBANA // A principios del siglo XX, la proximidad del mercado, de la estación de França y del puerto atrajo a muchas personas que llegaban a Barcelona por el trabajo que generaban la compra y venta de alimentos, la Exposición Universal de 1929 y las obras del metro. En el año 1945, el 32,3% de los habitantes de la Ribera eran inmigrantes, según datos del ayuntamiento. Los realquilados iban multiplicándose y el barrio se convirtió en una de las zonas más densas de la ciudad.

En este contexto, los vecinos de la calle de Montcada vivían directa o indirectamente del mercado del Born. Conchita Vallés, propietaria de un estanco de esta calle peatonal, donde ha vivido hasta 1975, recuerda que en la década de los 60 los mayoristas tenían sus almacenes de cajas, de frutas y de verduras al lado de los palacios. «La calle estaba adoquinada y los mozos no paraban de arrastrar carretillas de hierro de día y de noche. Lo que más se oía eran gritos: 'Pepe, las cajas'. A lo que respondían chillando «¡Ya voy!» «Pero todos vivíamos de eso. Nadie se quejaba», relata Vallés desde el mismo local que albergó la bodega El Túnel, que regentaba su abuelo. Frente a los estantes de cajetillas de tabaco, la dueña ha colgado fotos en blanco y negro de la fachada del almacén de vinos cuando ella era niña.

«La calle estaba muy viva. Había verdulerías, panaderías, farmacias, de todo. Era un pueblo, nos conocíamos todos. Muchas personas han luchado por revitalizar el barrio que cada vez es más cultural».

El paso del tiempo ha mutado la epidermis de Montcada, donde actualmente el Museu Picasso ocupa cinco palacios, y en la que se está contruyendo el futuro Museu de les Cultures del Món (MCM) en los palacios Nadal y del Marqués de Llió en el otro lado de la calle.

Aún así, y a pesar de la proliferación de negocios turísticos hay una serie de tiendas con más de 50 años que milagrosamente han logrado sobrevivir. El local más conocido es el Xampanyet, famoso por sus anchoas y su cava casero.

RELIQUIAS // Desde 1929, ha estado en manos de tres generaciones de la familia Ninou. Esteban, padre del actual propietario, tiene 82 años. «Dentro de los palacios había de todo, hasta un taller de neumáticos», rememora. En esa época, su taberna era frecuentada por Salvador Dalí y Joan Miró. «Entonces y ahora detrás del mostrador no se permite hablar de política, ni de fútbol ni de señoritas de moral distraída. En las mesas que digan lo que quieran».

La pastelería Brunells nació como panadería en 1852 en la esquina con Princesa. Aún conserva un horno de leña. Otra reliquia se encuentra en la esquina con la calle de la Barra de Ferro, en la farmacia de Mario Cerra, que mantiene una báscula del siglo XIX. «Es una botica de 1598. Una maravilla. La compré hace 10 años», explica el actual propietario. Papers Coma, en los bajos del palacio Dalmases, Artesanía y Coses y la panadería La Flor del Blat, también vieron nacer al Museu Picasso. Ningún superviviente más.